El objetivo en las enfermedades arquetípicas

Así como en las enfermedades comunes, el arte del médico se va a expresar en acompañar el proceso biológico de curación que propone el órgano, en las enfermedades arquetípicas el objetivo es otro. Al no existir en el órgano la intención de solución sino de denuncia de un incumplimiento (el del mandato generacional), la función del terapeuta es ayudar a desarticular esa denuncia que las células instalan. Y esta denuncia siempre está relacionada (y es por eso que allí se va a desarrollar la enfermedad y no en otro órgano) a lo que ese  tejido puede hacer desde su función. Por lo tanto, en las EA (enfermedades arquetípicas), hay que plantear dos tipos de ayuda:

1)     escuchar la denuncia del mandato generacional que está siendo cuestionado.

2)     Leer la conducta de las células y del órgano de acuerdo a la función natural que ellos tienen.

Sobre el mandato generacional, éste debe ser entendido desde la hoja embrionaria de la que nace y escucharlo significa entender que actitud o rol nos está llevando a cuestionar ese mandato. Si tenemos una enfermedad de un órgano endodérmico, debemos recordar que el mandato es aceptar con amor y por lo tanto lo que estamos cuestionando es la aceptación de lo que hemos recibido. Pero debemos ser amplios en la comprensión del mandato. Es todo aquello que guarda relación con la aceptación lo que está siendo cuestionado. Algo en nuestra vida nos marca con una dificultad para aceptar. Un adenocarcinoma aparece cuando esto ocurre. La persona no puede aceptar su legado o lo que va a legar; a sus padres o a uno de sus hijos. No puede aceptar el amor o el odio del otro. Hay un rechazo de la vida tal como se le presenta. Hay un disgusto sobre lo que tiene o lo que es. No es necesario ir a la historia sino a la percepción que la persona tiene sobre lo que le pasa. No hace falta encontrar un abuelo asesinado, sino las actitudes cotidianas que lo marcan como rechazando lo que ha recibido. Esto es escuchar la denuncia del mandato generacional.

También dijimos que hay que escuchar desde la lectura del órgano enfermo ya que su función y su anatomía son las que están realizando esa denuncia. Un adenocarcinoma de estómago se lee desde la función del estómago, que es recibir el alimento, aceptarlo y atacarlo para comenzar la absorción del mismo. Y el estómago es un órgano con una función bi polar; acepta pero luego ataca con sus ácidos y enzimas. Y un adenocarcinoma es un tumor, por lo tanto la célula arquetípica que participa es la de madre nutritiva. Si fuera una úlcera, el arquetipo es el de madre protectora y la conducta sería de huída. Por lo tanto la conducta que prima es la de avanzar y no la de huir. Prevalece el ataque sobre la aceptación, la agresividad sobre la pasividad. Y el arquetipo de conducta que dirige este proceso es el de niño herido, es decir, prevalece la dependencia y la rabia sobre la huída y la proyección. Así vamos construyendo una lógica de la enfermedad arquetípica. No es solo aprender a aceptar sino buscar una estrategia para detener la acción del mandato activado.

Hamer propone ante un adenocarcinoma la cura biológica. Solucionar el conflicto y dejar que los microbios licúen la lesión. Si el conflicto es de indigeribilidad por haber vivido una situación catastrófica, alejarse de esa situación o darle una solución si es posible. Creo que esta salida que propone Hamer siempre es transitoria. Muchas veces, el paciente logrará alivio ya que alejarse del problema o solucionarlo lo llevará a una fase de vagotonía que permitirá la recuperación en su alimentación, en su sueño y hasta un mayor aporte de neutrófilos a la zona del tumor. Pero la orden generacional no se inactiva y luego de pocas semanas o meses, el tumor volverá a crecer. Las células del adenocarcinoma no están intentando solucionar ningún conflicto sino denunciar un exceso de tensión que solo puede calmarse transitoriamente si no es abordado. Lo que importa saber es que intuitivamente muchas veces se lo está abordando sin saberlo. Muchas decisiones y acciones terapéuticas abordan el mandato generacional pero desconocen que lo hacen, logrando curaciones definitivas que no han sido teorizadas correctamente. Cuando  Hamer le pide a un paciente que acepte que no se va a curar (situación real que me ha tocado vivir) está trabajando sobre la actitud que ha activado el mandato del endodermo, aprender a aceptar lo recibido. Además lo está confrontando violentamente con su capacidad de sobrevivir y lo está retando a que active su sentido de supervivencia, que ha quedado congelado ante la aparición de la enfermedad arquetípica.

 

La exclusión.

El objetivo terapéutico siempre es la inclusión. En la enfermedad arquetípica, la exclusión es dramática. No solo han quedado fuera la multitud de sentidos que el lenguaje ha aportado a la función y a la anatomía del órgano (sentidos de convivencia o simbólicos), sino que hasta el mismísimo sentido biológico de supervivencia ha quedado excluido. La EA es la minimalización del órgano-cuerpo reducido al pedazo. Solo hay denuncia del incumplimiento del mandato pero con el lenguaje de lo aún no simbolizado, de la célula en su estadio evolutivo. Pero esa denuncia no es subjetiva, es estatuaria.

Lo que proponemos con las EA es claro. O se re encuentra el sentido de supervivencia o se detiene la denuncia. No hay más que hacer. O se plantea una situación tal que el sentido de supervivencia excluido se reintegra o se hace todo lo posible para detener los gritos de denuncia de los pedazos.

En las denuncias habituales (por ejemplo, un acto de corrupción) debe intervenir un juez que escucha a las partes y luego de una investigación de las pruebas, determina la absolución o la condena. Se busca la verdad a partir de pruebas. Este planteo es el que hace Hamer. En la MPB no hay juez, no hay verdad ni hay pruebas. En lugar de jueces hay semejantes que ayudan. En lugar de verdad hay una realidad que cambiar. En lugar de pruebas, hay un proceso en evolución que la enfermedad ha convertido en un hecho cristalizado.

Detener los gritos de denuncia solo es posible con cambios colectivos. Creo que el objetivo principal de la MPB es producir esos cambios. Aprender a respetar a los que estuvieron antes que nosotros, saber defender lo que nos dieron, continuar y trascender sus objetivos y desarrollar un crecimiento que llamamos autoridad. Son profundos cambios sociales que debemos entender ya que son propuestos por un Ideal colectivo que asegura la vida. Todos debemos trabajar con ese objetivo. Desde la MPB proponemos actos simbólicos que hemos llamado arquetípicos que sostienen estos ideales desde un lugar posible para que cese la denuncia a gritos de los grupos celulares que defienden los mandatos generacionales. Pero estos actos simbólicos no pueden realizarse sin el consenso colectivo que los legaliza. Sin ese consenso solo son pequeños actos de magia.

Un consenso colectivo es un cambio en el modelo de pensamiento de una sociedad. Hasta ahora, ese modelo es de una linealidad individualista que no acepta la responsabilidad social de la enfermedad. Si alguien se enferma es porque hay una agresión externa (modelo de la responsabilidad del enemigo) o porque le pasó algo que no supo resolver (modelo de la responsabilidad individual). El modelo de la responsabilidad social parece quedar reducido a las quejas ecologistas o a las prédicas religiosas. A nadie se le ocurre proponer que un niño que muere de leucemia es el resultado de una sociedad injusta. Y sin embargo ese niño está expresando cargas ancestrales que la medicina no niega pero que no se atreve a teorizar. En la medida que la sociedad vaya ampliando su modelo de pensamiento irá dándose cuenta de que lo que hace uno afecta a los otros y lo que hacen los otros afecta a cada uno. Yo puedo hacer algo para curar a un semejante. No es un poder; es un efecto de un cambio de modelo de pensamiento, reemplazando el -yo no tengo nada que ver- por el -todos somos uno-.

Somos concientes que la MPB es un proceso en evolución y así ha pasado con todos los cambios de modelo. No es reemplazar la causa genética o viral por una causa psíquica, sino ampliar la responsabilidad de la salud y de la enfermedad a la conducta de todos y no solo a la nuestra.

Es por eso que los actos arquetípicos no pueden convertirse en chamanismo de consultorio. Es por eso que les he atribuido un nombre tan literario como metonimias de curación. Eso son pero en la medida que el modelo de pensamiento se amplíe. Si no ocurre esto, son giros lingüísticos sin valor real.

Trasladar el significado de lo generacional desde ese grupo de células denunciantes hacia esa unidad de representaciones que llamamos cuerpo. Eso es una metonimia de curación.

 

El  traslado al cuerpo.

Si logramos trasladar el significado de los mandatos generacionales de los pedazos al cuerpo, logramos la curación. Esta es la propuesta básica de la MPB.Incluir en el sistema del lenguaje aquello que solo se expresa con denuncias celulares. Convertir a la célula en cuerpo.

La célula tiene un solo significado, el biológico. Los millones de células que forman un órgano o un sistema trascienden el significado de sus células por la complejidad que han logrado en el curso de la evolución. El estómago como órgano tiene varias funciones que superan la que tiene una de sus células. Sin embargo, esa función o significado sigue siendo biológica, es decir, superar los obstáculos para sobrevivir. Esto lo ha entendido Hamer y su teoría se basa en esa singularidad de las células y de los órganos. Pero cuando las células y los órganos son atravesados por el sistema lingüístico, son atrapadas por la multitud de sentidos que ese sistema genera. Así se va modelando un cuerpo que es como un texto con registros de procesos y de acontecimientos. Un cuerpo que además se va inscribiendo en otros cuerpos y que ya no es de uno sino de otros.

La consistencia de este cuerpo ya no la da ni las células ni los órganos sino los otros.

En las EA (enfermedades arquetípicas), un grupo de células, un trozo de órgano se resiste a ser cuerpo. Carga con un saber que no permite la articulación con ningún significante del sistema lingüístico. Trae su propio sistema, que no es el programa de supervivencia que plantea Hamer sino de un arquetípico Ideal que plantea órdenes a las células de las distintas capas embrionarias. Esos mandatos generacionales deben cumplirse. La relación de esos mandatos es solo con las células y con los órganos, no con el cuerpo. Es por eso que no es necesario un suceso del cuerpo, algo del orden lingüístico para que aparezca la EA. Podríamos decir que el cuerpo está ausente. La tensión celular no logra descargarse en el cuerpo.

En la EA, el gran excluido es el cuerpo. Pero si sabemos que el cuerpo de uno está hecho de los otros, también sabemos que para que aparezca la EA, los otros también están excluidos.

Es por eso que el gran objetivo terapéutico en las EA es recuperar el cuerpo. Obligar a que la denuncia de los mandatos sea contenida por ese gran cuerpo del que el nuestro solo es una pequeña parte.

Si las células y los órganos lograron hacerse cuerpo alguna vez, los pedazos (células y trozos de órganos que no se han hecho cuerpo) lo pueden lograr de la misma manera. Un cáncer se puede convertir en parte del cuerpo. Así como un bebé logra convertirse en un sujeto, un cáncer logrará convertirse en cuerpo. Para ambos es indispensable, la presencia de los otros. La humanidad  aprendió a convertir un bebé en un sujeto pero aún no sabe convertir un cáncer (o cualquier EA) en cuerpo. Los sujetos de la humanidad son sujetos a enfermedad. Los cánceres de la humanidad no son sujetos. Lo que proponemos es convertirlos en sujetos.