El trabajo sobre los rieles I

Hamer llama rieles a todos aquellos sucesos que son capaces de despertar un conflicto biológico sin ser un DHS. Se trata de la asociación que el cerebro hace entre el DHS original y cualquier hecho, recuerdo, palabra o lugar que ha quedado adherido como causa secundaria. En realidad, es el fenómeno de desplazamiento o de condensación. También lo hemos trabajado como metáforas o metonimias y también como magia de contagio o por imitación. Se trata de los significantes que se articulan entre sí formando una frase que lleva a la enfermedad. Hamer da el ejemplo de la persona que es descubierta con su pareja en el heno y que a partir de allí desencadena una rinitis alérgica cada vez que se pone en contacto con el heno. El DHS fue el haber sido descubierto pero el olor a heno estaba allí y queda como desencadenante de una enfermedad. Quizás esto sea más complejo si se hace intervenir las leyes de lo inconciente pero como ejemplo es lícito citarlo.

Por lo visto, trabajar los rieles no es solo trabajar las causas reales o probables que desencadenaron la enfermedad sino abordar aquellos aspectos que acompañan a la realidad y que no son hechos causales pero a los que llamamos significantes. Todos estos significantes tienen que ver con los dos mecanismos estudiados por el psicoanálisis de desplazamiento y condensación. Si los abordamos desde la lingüística tendrán que ver con la metáfora y la metonimia. Y si lo hacemos desde la antropología, serán trabajados desde la magia por imitación o por contacto.

De lo que se trata es de entender que además de los sucesos de la realidad, debemos admitir para abordar la enfermedad, la dimensión de lo simbólico, es decir de todo aquello que represente a la realidad sin serlo. El lenguaje es lo que  permite ese orden simbólico. La palabra tristeza es un símbolo de una situación de la realidad pero no es la realidad. Sin embargo, si hablamos de la tristeza, inmediatamente borraremos la sonrisa y nos pondremos serios; es decir, llamaremos a la realidad a partir de un símbolo (la palabra tristeza). Los rieles son símbolos de la realidad y llaman a la realidad. Debemos conocer el poder de lo simbólico si pretendemos construir una teoría de la enfermedad ya que es inimaginable sustentar una teoría en donde una palabra puede generar una enfermedad. O como dice Hamer, un sueño, un olor, una frase pueden reactivar un cáncer. Una teoría semejante no solo es frágil sino peligrosa.

El orden simbólico puede llamar a la realidad pero en nuestra teoría de la enfermedad debemos construir otro orden que sea capaz de inhibir ese llamado. Aquello que pone límite al desplazamiento y a la condensación, a la metáfora y a la metonimia y a la magia por contacto o imitación, es lo que llamamos el consenso colectivo, la ley. Sin este consenso viviríamos permanentemente en la ausencia de límites y todo sería un riel secundario.

Una palabra originaría un cáncer y un recuerdo una enfermedad motriz.

Es aquí que debemos introducir otra dimensión que es la que viola el consenso colectivo y a la que llamamos lo real de la realidad, aquello que se escapa a la imagen de la realidad, a lo conocido, a lo aprendido. Ese real, en nuestra teoría lo asimilamos a los mandatos generacionales, a los  pedazos de tejido, a las células que denuncian.

En el trabajo sobre los rieles tendremos entonces los siguientes elementos:

1)     las causas probables de la realidad.

2)     Las causas simbólicas ordenadas por el lenguaje.

3)     Las causas que solo la célula conoce.

 

Sobre estos tres elementos debemos aprender a trabajar si queremos desarmar el montaje biológico, simbólico y ancestral de la enfermedad.

 

 1. Las causas probables de la realidad.

Desde el punto de vista de la filosofía, la realidad es todo lo que existe, sea percibido o no. Lacan, un psicoanalista, introdujo el concepto de Lo Real como aquella parte de la realidad que no es percibida. En la MPB, la realidad es la existencia que se percibe a través de representantes psíquicos que quedan registrados formando un texto que llamamos cuerpo.

Cuando Hamer dice que la enfermedad es producida por un suceso sorpresivo, dramático y vivido en soledad, (DHS) está describiendo la acción de la realidad y de lo real ya que éste suceso no es verbalizable. Al no serlo, no hay representación psíquica del mismo en el cuerpo. Lo que responde es el órgano, quedando congelados los sentidos que no son biológicos. Pero hay partes de este suceso que son de la realidad y son esas partes las que la persona recuerda. La traición del amigo, el telegrama de despido, el momento del robo. Hay algo de ese suceso que no se puede recordar porque no tuvo representación psíquica. No fue percibida como hecho de la realidad. Esa parte pertenece a la dimensión de lo no existente, de lo real. Lo sorpresivo y dramático es lo que determinó que no fuera representada.

Es por eso que cuando trabajemos sobre las causas de la realidad, debemos trabajar también sobre aquello que no fue representado y que sin embargo actuó. Porque si le pedimos a una persona que perdió a su esposa en forma tan sorpresiva y dramática que no le permitió representar parte de lo que sucedió, que resuelva el conflicto consiguiendo otra mujer, no estamos haciendo nada más que trabajar sobre una parte de la realidad y solo esa parte quedará resuelta. La otra parte, seguirá actuando como lo hizo al generar la enfermedad.

La MPB propone trabajar sobre la realidad y sobre lo real.

 

2. Sobre la realidad.

Sabemos, a través de las leyes de Hamer, que cuando la persona sufre un DHS entra en fase de simpaticotonía. En ella, habrá síntomas y signos que debemos conocer para intervenir adecuadamente.

 

Ahora bien, ¿qué es intervenir en la fase de simpaticotonía? Aquí debemos trabajar varios aspectos:

1)     Reconocer que la persona está en fase de alerta.

2)     Observar qué grado de conciencia tiene el paciente sobre su vivencia de hipervigilancia.

3)     Buscar las causas de la realidad por las cuales se activó un programa de supervivencia sabiendo discernir qué características del paciente son las que le llevaron a tener esa vivencia de alerta.

4)     Poder detectar qué características del entorno del paciente (familia, trabajo, grupo social) actúan para llevarlo a esa vivencia.

5)     Abordar el sentido biológico de ese estado de alerta para poder desarmarlo.

 

 3. Reconocer que la persona está en fase de alerta.

La fase de simpaticotonía es la fase de conflicto activo. Allí se ha desencadenado un estado general de vigilancia extrema en donde todos los órganos actúan como siempre lo hacen ante la existencia de un peligro que amenaza la supervivencia. Este tema lo hemos desarrollado ampliamente en los libros anteriores y solo recordaremos que desde la clínica lo que vamos a observar es que la persona está ocupando la atención sobre un determinado hecho; absorbida por un tema recurrente que no sabe como resolver. Por supuesto que esto es muy subjetivo y cada uno lo hará a su manera por lo cual debemos buscar signos objetivos de ese estado. Ellos son la frialdad de las manos, la sequedad de las mucosas, la dilatación de la pupila, el aumento de la frecuencia del pulso y ocasionalmente de la presión arterial, la pérdida del apetito, la disminución del sueño y todos aquellos datos que nos refieren al aumento del tono vegetativo. Recordemos que un estado de simpaticotonía no puede mantenerse demasiado tiempo y es frecuente encontrar signos de vagotonía intermitentes (diarreas, hipotensión) que son la respuesta orgánica a la falta de conclusión del estado de alerta.

El médico debe reconocer el estado de vigilancia extrema de un paciente aún cuando éste lo consulte por un certificado. Es una oportunidad para detenerlo e impedir que dañe el organismo en exceso.

Recordemos que el estado de conflicto activo forma parte de la vida y que lo que buscamos no es abandonar las situaciones naturales de la vida sino aprender a convivir con ellas. De todas maneras, pensemos que hay situaciones que no podrán evitarse: muerte de seres queridos, accidentes, crecimiento personal. Todas ellas y muchas más son causas de conflicto entre nuestras necesidades y nuestras posibilidades. Cuando éstas últimas no puedan resolver las primeras, estamos frente a la posibilidad de que el conflicto limitado a lo que vivimos cotidianamente, ya no pueda ser manejado con los instrumentos que usamos permanentemente y se active un programa para ocasiones especiales.

El estado de alerta permanente forma parte de este programa especial de supervivencia pero esto no significa que toda persona que está en vigilancia extrema, haya activado ese programa. Tener las manos frías no es sinónimo de estar en conflicto biológico sino en fase de simpaticotonía. El programa tiene un comienzo, un desarrollo y un fin y es necesario entender que una persona puede estar en vigilancia extrema, es decir en simpaticotonía y no haber activado el programa especial de supervivencia.

Lo que nosotros debemos aprender es a reconocer el estado de alerta. Cuando lo hagamos, tendremos puestos los sentidos en detectar un probable conflicto biológico pero para que éste se produzca, se necesitan varios elementos interrecurrentes que ya hemos analizado.

 

4. Grado de conciencia.

Muchas veces vamos a encontrar pacientes que no son concientes de su estado de alerta permanente. Cuando se trata de niños, ni siquiera los padres son concientes de ello. Es necesario reconocer la hipervigilancia si queremos abordarla. La observación de las funciones corporales es algo simple de hacer y nos ayuda a que el propio paciente se permita dar cuenta de lo que su organismo está haciendo.

A partir de esta observación, se va a lograr además aprender a reconocer el lenguaje de los órganos y el objetivo que persiguen. Si las manos están frías es porque la circulación se retiró de la periferia al centro para proteger a los órganos internos. Tratar de calentar las manos a partir de la concentración en la circulación es un ejercicio que nos puede ayudar. Lo mismo podemos decir sobre disminuir la frecuencia respiratoria y cardíaca. Si prestamos atención y dirigimos nuestra mente a estos objetivos, podemos colaborar sin demasiado esfuerzo a corregirlos. En cuanto a la sequedad de las mucosas, tomar líquido a sorbos es también una ayuda que por simple que parezca debe ser tenida en cuenta.

Es cierto que lo central es salir del estado que origina la hipervigilancia pero inicialmente y hasta que lo logremos, la concentración en las manifestaciones físicas es una gran ayuda.

 

5. Buscar las causas.

Un animal en la selva sabe porqué se pone en alerta. Hay una situación que amenaza su estado actual. Puede ser la presencia de un predador o una invasión de territorio. También puede ocurrir que haya signos que el animal asocie a éstos hechos u otros en los que se sienta en peligro.

Un ser humano puede ponerse en estado de alerta por multitud de causas. Las mismas de los animales y otras de las que éstos jamás se percatarían. Un papel con un escrito que un animal no entiende, para un ser humano puede ser cuestión de vida o muerte. Una citación judicial, una carta de amor o de despedida. Todo aquello que en la vida actual se quiere lograr o se teme perder pasa a ser una fuente de amenaza. Los recuerdos, los sueños, la intervención de los medios de comunicación, los horarios, las medidas políticas, los ataques terroristas o las elecciones de dirigentes. Enumerar causas probables que nos amenacen sería objeto de otro libro.

Lo que es cierto es que hay personas que poseen una estructura psíquica que en sí misma es una amenaza. Cualquier cambio a su delicada situación en el mundo les provoca tal incertidumbre que los puede llevar a sentirse una gacela frente al más poderoso león. Hay personas que hacen de cualquier cambio un DHS y entonces más que causas reales que los hayan llevado a la enfermedad, debemos buscar el tipo de percepción que poseen de la realidad y ocuparnos de ello.

En cualquiera de los dos casos, es imprescindible que la persona aprenda a relacionar ciertos hechos con las reacciones físicas que llamamos de hipervigilancia. Si cada vez que va al trabajo tiene diarrea, eso no debe pasar inadvertido. Si la mayor parte de las veces que ve una persona, tiene taquicardia, tampoco. Si en presencia de su jefe, sus manos se ponen frías. Si su respiración se acelera cuando maneja. Esto no debe interpretarse como algo patológico sino como una reacción excesiva ante situaciones que debe aprender a manejar de otra manera.

 

6. El entorno.

Muchas veces, vamos a encontrar una estructura psíquica saludable en un entorno francamente enfermizo. Padres posesivos, parejas destructivas, trabajos inseguros, son ejemplos de situaciones que debemos aprender a detectar para cambiar. No le podemos pedir a una persona que cambie todo su entorno ni le podemos exigir que se adapte sacrificando su salud. Es necesario hacer un estudio de ese entorno y de la capacidad del paciente de poder salir de él o de mejorarlo. No se trata de pedirle que se separe o abandone un trabajo a alguien que se ha mimetizado de tal forma con su entorno que hacer eso signifique un acto de autodestrucción.

Es imposible en una primera entrevista hacer esto y aquellos que lo hacen exponen al paciente a una situación que puede empeorar su estado. Es necesario saber lo que el paciente puede hacer en ese momento de su vida y no dejarse guiar por supuestos consejos prácticos que surgen de una teoría y no de lo que en realidad le sucede a esa persona.

Lo que es claro, es que si no se modifican algunas actitudes del entorno se seguirán repitiendo, situaciones que lo hacen entrar en alerta, pudiendo alguna de ellas desencadenar un conflicto biológico.

 

7. El sentido biológico.

Entrar en simpaticotonía tiene el sentido de prepararnos para enfrentar adecuadamente una situación de peligro. Si la circulación no se retirara de la periferia, nuestros órganos no tendrían el suficiente aporte de oxígeno que necesitarían para huir o atacar. La respiración rápida ya nos prepara para ello, al igual que el aumento de la frecuencia cardíaca. El sentido biológico del estado de alerta es estar aptos para enfrentar el peligro. Si conocemos esto y el paciente aprende a detectarlo, irá advirtiendo que su organismo entra en estado de simpaticotonía sin aparentes motivos para hacerlo. Tendrá la capacidad que le da su conciencia (el estado neurológico que nos permite recibir un estímulo, analizarlo y emitir una respuesta adecuada) de detener esa respuesta orgánica ante la ausencia de desencadenantes.

A la vez, si ya ha aprendido a reconocer las causas externas, las del entorno y hasta las de sus características personales que desencadenan estas respuestas, podrá estar atento a las mismas para prevenirlas antes que actúen o para desarmarlas cuando ya actuaron.

Imaginemos que una persona cada vez que su jefe lo llama para preguntarle algo, desencadena una respuesta de simpaticotonía. Conoce la causa de la realidad (el llamado de su jefe), las características suyas (su fragilidad frente a la autoridad) y las de su entorno (su familia le dice que tiene que soportar el asedio para mantenerlos). Aprende el sentido biológico (prepararse para no agredir al jefe o salir corriendo) de su estado. Allí hay mucho trabajo por hacer. Debe reconocer que en el llamado de su jefe hay algo que tiene que ver con el examen, la  puesta a prueba, la comprobación de su honestidad o capacidad, que están en juego por su respuesta, pero que en el llamado en sí no hay nada de esto. Que la supuesta causa de la realidad oculta otra causa, que hemos llamado lo real de la realidad y que tiene que ver no con el llamado de su jefe sino con sus características personales o las de su entorno. El pone en marcha un mecanismo de defensa frente a un ataque que solo existe para él. Otra persona a quien su jefe llame podrá ponerse inquieto pero jamás desencadenará un estado orgánico como el que el paciente sufre. En algún momento, el llamado podrá ser tan sorpresivo que comenzará a tener características de DHS y el órgano no soportará tanta tensión.

Una vez reconocido que la causa de la realidad solo oculta una causa que tiene que ver con él o su entorno, deberá aprender a modificar la percepción de esa causa. Ligará el llamado de su jefe a su fragilidad frente a la autoridad o a la exigencia de su familia de que siga soportando y el llamado en sí perderá el poder de causa. Será como ir iluminando una escena en donde las sombras de las sillas parecían ladrones y las de los cintos, víboras. Cuando la persona reconozca su fragilidad frente a la autoridad, dejará de proyectar en su jefe la causa de todos sus males y se ocupará de modificar su fragilidad. Podrá hablar de ello y no de la maldad de su jefe y eso le permitirá ir encontrando salidas mucho más saludables a su problema. Por ejemplo, si es capaz de superar su fragilidad o si debe buscar un trabajo distinto. Hay personas que han anulado toda su creatividad por no hacer ninguna de las dos cosas y quedarse luchando contra el otro. Pierden toda su energía en esa lucha que oculta un aspecto que nunca se animaron a trabajar. Cuando entienden el sentido de ataque o huida que sus órganos le están marcando cada vez que su jefe lo llama, comienzan a trabajar el para qué la vida los ha puesto en esa encrucijada. En el sentido de aprendizaje de las situaciones que nos tocan vivir. En la necesidad que tenemos de superar esas situaciones para recuperar lo que somos y para qué vivimos.

Cuando estemos frente a alguien que desencadena esa hipervigilancia que no lo deja ser feliz, preguntémosle cual es el sentido de su vida. Qué piensa él sobre el motivo por el cual debería vivir. Es llamativo como las personas pierden el rumbo de su existencia en la lucha por la supervivencia diaria.

 

8. Las intervenciones sobre lo real.

Sabemos ya que las causas probables de la realidad tienen mucho de ella pero algo de lo real, es decir, de aquello que el paciente no ha percibido y sin embargo actúa. Intervenir sobre la realidad implica poder actuar sobre aquello que el paciente percibe que le pasa y también sobre aquello que no percibe pero que lo afecta.

Podemos decir sobre dos etapas:

1)     Aquella parte de la realidad que el sujeto percibe: la conciencia de su estado de alerta y las causas probables que él relata.

2)     Aquella parte de la realidad que aún no percibe: las características de su personalidad que convierte los hechos en situaciones desencadenantes, las actitudes de su entorno que favorecen lo anterior y el sentido biológico de la simpaticotonía.

 

Sobre cada uno de estos elementos, debemos intervenir para ayudar a curar.

 

9. La conciencia.

El trabajo que proponemos lo llamamos la lectura de los órganos. Se trata de enseñarle a reconocer la forma y la función de cada órgano y a detectar cuado y porqué se altera. Habitualmente si la persona consulta por una enfermedad de determinado órgano se comienza con ese órgano. Tomemos el ejemplo de un paciente que consulta por nódulos en el hígado. Se le pide que dibuje el órgano y además que lo ubique en otro dibujo que hace de su esqueleto. La lectura de ese dibujo nos ayuda a ir reconociendo qué conciencia tiene él de su órgano enfermo. Si lo dibuja chico o grande, si le da color, si lo ubica en su lugar o se equivoca. Todo ello nos habla de un conocimiento con errores o inclusive un total desconocimiento que es necesario abordar. Luego se le pide que relate la función del hígado. Muchas veces, los pacientes no tienen idea de para qué sirve su órgano enfermo y si pretendemos que la curación sea producto del mismo paciente esto no es un dato menor. Una vez escuchado lo que dice sobre la función de su órgano, se le explica la función biológica a partir de lo que hemos llamado la ficción biológica, es decir, como nació el órgano y en qué circunstancias se necesitó su presencia. Al hablar del hígado, rescataremos su función de reserva de alimentos y energía pero también su capacidad de convertir en algo útil aquello que se incorpora. Todos estos datos son aportados para que el paciente vaya tomando conciencia de la lógica a la que su órgano enfermo responde cuando hace nódulos. Se le explica qué es un nódulo y su natural evolución. Si esto no se hace, podemos poner toda la biología en contra del hígado ya que los demás órganos responderán al miedo a morir o a no curarse.

Inmediatamente a esto, es necesario abordar la lógica de la simpaticotonía y aprender a reconocerla, tanto en el hígado como en el resto del organismo. Como la función del hígado es interna, se recurre a un ejercicio de visualización dirigida, en donde se le pide que imagine al órgano (que ya fue dibujado y descrito) rodeado con cercas que impiden la llegada de los alimentos a través de la sangre. Solo pocos de ellos pueden saltar la cerca. Le pedimos que observe como las células del hígado intentan aprovechar ese escaso alimento al máximo y se reproducen, se hinchan y se ramifican. En esta primera etapa de la visualización le hacemos tomar conciencia del comienzo de la formación de los nódulos. Luego le pedimos que se abran puertas en las cercas para que la sangre llena de alimentos vuelva a pasar y que observe cómo esos nódulos se van secando, deshinchando y volviendo a sus lugares. Le pedimos luego que dibuje la visualización, escriba algo sobre ella o haga una canción que la describa. Esto y decenas de técnicas distintas, es solo para tomar conciencia del estado de alerta de su órgano. No pretendemos que se produzca la curación con la visualización. Solo la toma de conciencia de qué es lo que está pasando.

Se trabaja además con los signos generales de la simpaticotonía para que el paciente los conozca. Manos frías, dilatación de la pupila, taquicardia, taquipnea. Esos cuatro signos se aprenden a reconocer y a estar atentos a ellos ya que describen que el paciente está en alerta. La atención y la observación sin intención de modificarlos los corrigen espontáneamente. Debemos aprender a observar sin crítica. Solo observar. Si se pone la atención suficiente y no se la interrumpe con intenciones, lo biológico se corrige espontáneamente.

 

10. Las causas probables.

Cuando un estado orgánico aparece poco tiempo de sufrir una crisis, es lógico relacionar ese estado a esa crisis. Esto es lo que llamamos relación temporal. Si una mujer joven y diestra tiene un cáncer de mama derecho y tres meses antes de ser diagnosticada, sufrió el engaño de su esposo, todos, hasta ella misma relacionarán ese hecho con la aparición del cáncer. Distinto es el caso de un niño de nueve años al que se le diagnostica un sarcoma en el cerebro y tanto él como los padres no advierten ningún hecho que puedan relacionarlo. Pero ese es un tema que veremos más adelante. Por ahora nos quedamos en la intervención sobre aquellos sucesos que el paciente ha percibido y va a relatar. Es cierto que muchas veces ocurre que solo un buen interrogatorio hará surgir alguno de sus hechos. No todos los pacientes tienen un grado suficiente de análisis para relacionar su estado con algún hecho. Y muchos hay que lo relacionan con los hechos equivocados. En este sentido, el terapeuta solo puede abordar lo que dice el paciente. Ya veremos que las causas pueden inventarse. Pero aquí estamos hablando de las causas que el paciente percibe. Los llamados hechos. Hamer le da un valor fundamental a descubrirlos. En la MPB, le damos valor anecdótico ya que fijamos nuestra atención en la percepción que el paciente tiene de estos hechos y en los elementos no percibidos de la realidad (aquello que llamamos lo real de la realidad).

Esto no significa que no escuchemos la teoría del paciente. Pero sepamos que en general es un discurso sobre la verdad y de él debemos escuchar lo que no dice y lo que no sabe.

Cuando abordemos las causas probables de una enfermedad, debemos saber que el paciente ya puede tener una historia sobre ello o por el contrario, no tener la más mínima idea de ninguna relación. Por eso, al preguntar si ha habido situaciones o hechos desencadenantes, lo haremos sabiendo que las primeras respuestas pueden estar influenciadas por la sorpresa de la pregunta o por la propia teoría del paciente. También ocurre que los acompañantes del paciente suelen tener sus propias teorías motivadas muchas veces por la propia relación que tienen con la persona enferma.

Lo cierto es que si logramos detectar causas probables de la enfermedad, es necesario actuar sobre ellas. Una de las formas de hacerlo es enseñar al paciente a relacionar esos hechos con su enfermedad. Este aprendizaje no es teórico sino condicionante. Así como existe el aprendizaje condicionado existe el des acondicionamiento de un aprendizaje. El primero lo ha realizado la biología durante millones de años, asociando una respuesta biológica a una amenaza a la supervivencia. El segundo lo puede realizar cada ser humano, inactivando una respuesta biológica aprendida a través de la supresión de la amenaza y activando un nuevo condicionamiento. Lo que trabajamos es el aprendizaje de formas saludables de reaccionar ante las situaciones que activaron amenazas a la supervivencia. Las llamamos saludables porque son las que van a permitir desactivar los programas biológicos, es decir lo que llamamos enfermedad.

 

11. Las características de la personalidad.

Cuando hablamos de las causas probables, estamos hablando de la realidad externa. Cuando hablamos de las características de la personalidad del paciente que percibe la realidad, hablamos de una realidad interna. En la MPB hemos clasificado, en base a los trabajos sobre la amenaza a la supervivencia, esa forma de percibir la realidad en cuatro estilos:

1)     El ataque. Todo lo que percibe como amenazante lo lleva a atacar.

2)     La huida. Todo lo que percibe como amenazante lo lleva a huir.

3)     La inmovilidad. Todo lo que percibe como amenazante lo lleva a quedarse quieto.

4)     El sometimiento. Todo lo que percibe como amenazante lo obliga a sentirse sometido.

 

Estas cuatro características las unimos a los roles biológicos que ya hemos visto (territorial, proveedor, macho dominante, hembra dominante, macho secundario, hembra asistente, homosexual masculino y homosexual femenino).

A partir de estos estilos y roles que surgen de la psicobiografía y del trabajo en las entrevistas, aparecen las características biológicas de la personalidad. Es esto lo que nos interesa para poder desarmar la forma en que se armó la enfermedad.

1) territorial que ataca, que huye, que se inmoviliza o que se somete.

2) proveedor que ataca o que huye.

3) macho dominante que ataca o que huye.

4) macho secundario que ataca, huye, se inmoviliza o se somete.

5) hembra dominante que huye o ataca.

6) hembra asistente que huye, ataca, se inmoviliza o se somete.

7) homosexual masculino que ataca, huye, se inmoviliza o se somete.

8) homosexual femenino que ataca, huye, se inmoviliza o se somete.

 

Territorial: su característica es el reconocimiento del otro. La enfermedad es localizada.

Proveedor: su característica es la posesión del otro. La enfermedad es sistémica o invasiva.

Macho dominante: su característica es ser el primero. La enfermedad puede ser localizada o invasiva.

Macho secundario: su característica es no aceptar ser el primero. La enfermedad puede ser localizada o sistémica.

Hembra dominante: su característica es ser la primera. La enfermedad puede ser localizada o invasiva.

Hembra asistente: su característica es no aceptar ser la primera. La enfermedad puede ser localizada o sistémica.

Homosexual masculino: su característica es no aceptar la ley. La enfermedad es sistémica.

Homosexual femenino: su característica es no aceptar el instrumento de la ley. La enfermedad es localizada.

 

 

Ataque: inflamación, nódulo canceroso.

Huída: necrosis, úlcera cancerosa.

Inmovilidad: parálisis.

Sometimiento: quistes, enfermedades mentales.

 

Todas estas características nos van acercando a esa realidad interna que percibe los sucesos y que nos permite entender desde la psicobiología como se arma un riel secundario que activa una enfermedad. Si nos quedáramos con que una palabra, un olor o un sueño lo pueden hacer, poco podremos trabajar sobre ello. Al entender este modo de percibir y actuar sobre la realidad, estamos construyendo una forma distinta de abordaje.

A todos estos elementos, debemos sumarle el trabajo con los arquetipos celulares y de conducta que ya nos acercan al sentido biológico y a las causas simbólicas.

 

Arquetipo de célula madre nutritiva: su característica es dar sin recibir. La enfermedad es proliferativa.

Arquetipo de célula madre protectora: su característica es recibir y guardar. La enfermedad es ulcerada.

Arquetipo devoradora: su característica es destruir. La enfermedad es invasiva.

Arquetipo de célula suicida anómica: su característica es haber perdido las normas. La enfermedad es mental.

Arquetipo de célula suicida egoísta: su característica es la omnipotencia. La enfermedad es la autoagresión.

Arquetipo de célula suicida altruista: su característica es el abandono. Las enfermedades son la disfunción y la parálisis.

 

Arquetipo de niño herido: su característica es la rabia, la dependencia y la ingenuidad. Se relaciona con el arquetipo de célula madre nutritiva y devoradora.

Arquetipo de víctima: su característica es la sensación de abandono y el reclamo. Se relaciona con la célula madre protectora.

Arquetipo de saboteador: su característica es la dificultad ante los cambios y la creación de trampas para no hacerlo. Se relaciona con la célula suicida altruista.

Arquetipo de prostituta: sus características son la necesidad de agradar y la servidumbre. Se relaciona con la célula suicida anómica y con la egoísta.

 

El último elemento que hemos registrado para acceder a la realidad interna capaz de generar un riel secundario, es el mandato generacional. Cada hoja embrionaria es habitada por un mandato.

Endodermo: aceptar a los anteriores con amor.

Mesodermo antiguo: defender lo recibido.

Mesodermo moderno: continuar la historia.

Ectodermo: ejercer la autoridad.

 

Todos estos temas los hemos abordado a lo largo del libro y al exponerlos juntos aquí pretendemos esquematizarlos para entender qué es un riel secundario. Recordemos que para abordarlo aún nos falta describir junto a las características de la personalidad, las actitudes del entorno, el sentido biológico del estado de alerta, las causas simbólicas y las causas que solo la célula conoce.

Por ahora digamos que estas características psicobiológicas nos posicionan rápidamente sobre lo que podemos ir haciendo. Imaginemos que consulta una persona adulta, varón y con diagnóstico de tumor en intestino grueso. Si utilizamos los esquemas anteriores construímos un rápido posicionamiento que nos ayudará a buscar la armadura de su enfermedad.

El comportamiento biológico es de ataque (las células van hacia delante) usando probablemente el arquetipo de madre nutritiva (dan sin recibir). Su arquetipo de conducta es el niño herido (dependiente, ingenuo y con mucha rabia) y el mandato generacional que no ha sido cumplido es el de aceptar con amor lo anterior. Con estos elementos vamos armando la psicobiología de la enfermedad. Nos hace falta saber si es un territorial o un proveedor ( si la enfermedad está localizada es territorial) y si es un macho dominante o secundario.

Todas estas conductas psicobiológicas deben ser tenidas en cuenta para ir desarmando las características de la personalidad que arman la enfermedad. El abordaje contempla el trabajo sobre cada una de ellas. Al niño herido se lo confrontará con el niño mágico. Al ataque con la inmovilidad. A la célula madre nutritiva con la protectora. Al mandato no cumplido con el acto arquetípico que lo cumple. Todo ello es trabajar sobre los rieles secundarios.

 

12. Las actitudes del entorno.

Desde la MPB el entorno que rodea al paciente es fundamental para su curación. Y lo es porque no solo nos importa el sentido de la enfermedad, es decir, el objetivo biológico que persigue la célula y el órgano cuando hace un tumor, una úlcera o una parálisis, sino que trataremos de aclarar desde que relaciones básicas se desarrolla la existencia. Es claro que una relación violenta orientada por el instinto de muerte no puede tener las mismas necesidades ni los mismos objetivos en su vida que una relación cooperativa y armónica.

Si bien todos los seres humanos no somos iguales, debemos coincidir en que nuestra naturaleza debe ser similar o por lo menos que un aspecto de esa naturaleza ha predominado en los últimos diez mil años ya que en aquella época los grupos humanos no convivían en número mayor de treinta y actualmente logran hacerlo por millones. Si lo han logrado es porque una supuesta violencia innata no los ha hecho eliminar entre sí y lo que ha prevalecido es la convivencia.

Pero lo que es más importante aún es el mensaje que desde la unidad de vida, es decir, desde la propia célula, recibimos desde hace millones de años. Leamos lo que dice A. Montagú: -La fuente de la sociabilidad de todas las criaturas vivientes, se origina en el organismo vivo. Todas las células  provienen de otras células. No pueden nacer de otra manera. Se logre por división asexual o por conjugación sexual, el proceso es de interdependencia entre las células-.Todos los tejidos de cada organismo -recuerdan- siempre esta situación de interdependencia.-

Esto se sabe desde hace mucho tiempo. Ya en 1894, el embriólogo Wilheim Roux, separó las células de un huevo de rana y colocó las células separadas en agua a una cierta distancia entre ellas. Las células fueron acercándose espontáneamente hasta establecer contacto entre sí.

Las palabras de Montagú nos remiten inmediatamente a Hamer, en donde los órganos -recuerdan- las amenazas a la supervivencia que vivieron hace millones de años y actúan como lo hicieron en ese momento, reproduciendo células que intentarán superar esa amenaza.

La experiencia de Roux nos recuerda el conmovedor dilema que se le planteó a Einstein cuando no pudo explicar que dos fotones nacidos juntos y luego separados, siempre buscaran unirse aún a kilómetros de distancia.

Debemos entender que lo que sucede en la vida, siempre guarda relación con las características de la vida misma. La enfermedad, que es algo que sucede frecuentemente en la vida, tiene que ver con la naturaleza humana, que tiene la misma esencia que la naturaleza de la vida. Y este es el propósito de demostrar que lo que llamamos enfermedad, y que muchas veces, nos lleva a la muerte, no es siempre la expresión de la lucha por la supervivencia (que es lo que dice Hamer). Es el accionar frecuente y en todos los ámbitos de la vida de relaciones que van en contra de la naturaleza humana. Que ha sido el apartarnos de nuestra naturaleza lo que nos ha llevado a un mundo lleno de enfermedades. Y que solo recuperando nuestra naturaleza, podremos abordar la enfermedad con la absoluta certeza de estar en el camino correcto.