Entrevista al Dr. Fernando Callejón

El Dr. Fernando Callejón es autor de un reciente libro, llamado -La lupa de la Nueva Medicina-. El es argentino, tiene 48 años y es médico y psicoanalista. En la contratapa de su libro, podemos leer: -.no podemos seguir siendo peces que en medio del océano se mueren de sed. Es hora de tomar nuestra reptil cola evolutiva y hacer con ella y con todo lo que cargamos, una historia posible con un destino y un sentido que es nuestra responsabilidad asumir. La lupa de la Nueva Medicina no es otra cosa que la mirada del sujeto que ha quedado fuera de la medicina. Desde allí reclama volver a entrar en un territorio del que ha sido desalojado durante demasiado tiempo–

-Fernando, explícanos de qué se trata esta lupa.
Yo siempre les cuento a mis alumnos la siguiente historia. Estoy con un paciente en el consultorio y sorpresivamente veo sentado en la camilla a un hombre que habla un idioma desconocido. Me altera su presencia y le exijo que se calle y se retire. Como no lo hace y además sigue hablando, tomo la drástica decisión de arrojarle ácido en su cara. El hombre parece callarse un instante pero luego vuelve a hablar. Mi paciente se molesta también con él y saca un arma de su cartera y le dispara. El hombre, herido, no cesa de expresar su palabrería indescifrable. Es allí que decido -cortar por lo sano- y tomo un hacha y le amputo la pierna. El hombre ya muy desgastado por nuestras agresiones se retuerce en el suelo-pero sigue hablando. De pronto, se abre la puerta de mi consultorio y entra un amigo que es traductor. Cuando ve el espectáculo macabro que ofrece el hombre en el suelo, nos mira con asombro y nos pregunta ¿Qué han hecho? Nosotros le explicamos que ese hombre se metió en nuestra vida sin permiso y solo gritaba una jeringoza incomprensible. Pero es que no se han dado cuenta-dice mi amigo-que este hombre habla en dialecto guaraní? Un poco avergonzados, le preguntamos ¿Qué dice? Mi amigo lo escucha, a pesar de que ya casi no puede articular palabra y luego nos traduce: -Yo solo quiero vivir-. Eso dice.
La mayor parte de las veces, la medicina trata a ese indio guaraní (que no es otra cosa que la enfermedad) con tanta crueldad como los protagonistas de esa historia. Solo hacía falta un traductor de lo que realmente pasa en la enfermedad. Creo que ese traductor es el Dr. Rike Geer Hamer y él nos ha venido a decir lo que quiere expresar el cuerpo cuando se enferma y cómo debemos tratarlo.

-Lo que quieres decir es que los tratamientos convencionales de la enfermedad solo quieren eliminarla sin comprenderla y al hacerlo también destruyen al hombre enfermo.
Es así. Hamer, el creador de la teoría de la -Nueva Medicina-, propone cinco leyes para entender el desarrollo de la enfermedad. En la primera ley, dice que toda enfermedad es producida por un conflicto biológico. Una persona se enferma cuando ocurren hechos que amenazan su vida. Le van a rematar su casa, su esposa se va con otro hombre, su hijo cae enfermo. No todas las personas se enferman ante éstas u otras situaciones. El hecho debe ser sorpresivo y vivido en soledad. La situación vivida anula cualquier interpretación que el sujeto le pueda dar. Es un -callejón sin salida-, un atolladero. Recuerdo un paciente que me consultó por un cáncer de colon. Le había prestado a su mejor amigo una cifra muy considerable de dinero y luego de obtenerla, el amigo desaparece sin dejar rastros. Le pregunto qué sintió ante la actitud del amigo y me responde sin titubear: -¿y qué quiere que sienta?, ¡que me cagó!-. Es el órgano el que asume la respuesta, porque él se queda sin respuestas.

-Pero también puede sentir rabia, tristeza, desesperación. ¿Porqué un cáncer?
Claro que siente rabia. Pero no alcanza. Hay algo en esa persona que anula la posibilidad de sostener esa situación con sus sentimientos. Yo he llamado a esa situación, el -discurso del cáncer-. Una posición que tiene que ver con su historia personal y familiar. Sus propios límites para resolver los problemas que la vida le plantea. Hay un koan que resume este discurso. Un maestro le dice a su discípulo: -Tengo un palo en la mano y te lo voy a romper en la cabeza; me tienes que contestar si es real o no. Si me dices que es real, te rompo el palo en la cabeza; si me dices que no es real, te rompo el palo en la cabeza; si no me dices nada o me das cualquier otra respuesta, te rompo el palo en la cabeza. Contéstame ya-. La única posibilidad que tiene el discípulo de salvar su cabeza (de no enfermarse) es tomar el palo de manos del maestro (la amenaza a su vida), romperlo y seguir su camino. Las personas que se enferman (sea de gastritis, cáncer o sida) no pueden hacer esto. Hamer propone tres orígenes de esta imposibilidad. El primero es que el suceso (que él llama DHS, es decir, síndrome Dirk Hamer, en recuerdo de su hijo Dirk fallecido) es sorpresivo; no está preparado para vivirlo. El segundo que lo vive en soledad, es decir que no lo puede verbalizar. El tercero que es subjetivamente dramático, o sea que lo vive como imposible de ser resuelto. Esto es algo tan real en el origen de la enfermedad que llama la atención (como el mismo Hamer dice) que nadie lo haya propuesto antes.

-¿Existe alguna evidencia de que estos hechos significativos puedan realmente producir una enfermedad?
Hamer, quien es médico radiólogo entre otras especialidades, descubre que las personas que viven estos conflictos, los reproducen en ciertas imágenes que pueden verse en un tipo especial de radiografía que se llama tomografía computada de cerebro. Estas imágenes le han permitido desarrollar un mapa cerebral en donde localiza en cada región un tipo especial de conflicto y una enfermedad que corresponde a ese conflicto. Así una imagen circular en la corteza temporal del hemisferio cerebral derecho está marcando un conflicto de amenaza en el territorio y una lesión en el pulmón. Una imagen edematosa en la corteza parietal derecha nos habla de la resolución de un conflicto de pérdida de territorio y un infarto de miocardio a desarrollarse en los diez días posteriores a tal resolución. La visión de estas imágenes necesita de una profunda preparación médica y de una verdadera comprensión del sistema que plantea Hamer.
De todos modos, la evidencia la sigue dando, como siempre en la medicina, la clínica. Ella nos habla de la existencia de este discurso del cáncer y de los sucesos previos que desencadenan la enfermedad. A la vez, de cómo cuando el sujeto logra salirse de ese discurso y supera el atolladero que lo lleva a enfermarse, comienza su proceso de curación.

-Hamer habla de cinco leyes. ¿Podrías decirnos algo sobre ellas?
Sí, claro. La segunda ley se refiere a las dos fases de la enfermedad. Una fría y una caliente. Las llamadas inflamaciones no son más que la fase de solución de una enfermedad previa. Las neumonías intentan solucionar un conflicto de territorio; las cistitis tratan de resolver un cuestionamiento a la propia identidad; las otitis intentar limpiar aquello que no se debió escuchar.
La tercera ley nos habla de cómo las células de los distintos órganos se organizan para sobrevivir. Así, las del aparato digestivo se multiplican formando tumores cuando se produce un conflicto -indigerible- (traición, injusticia, mala jugada); las de la dermis también se multiplican pero formando lesiones más chatas llamadas melanomas ante la humillación y el mancillamiento. Las células de los conductos de los órganos se ulceran, tal como vemos en los conductos galactóferos de las mamas cuando ocurre un conflicto de separación. Los tejidos de sostén como los huesos se descalcifican ante conflictos de desvalorización. Todos estos comportamientos tienen un sentido que Hamer resume en su quinta ley y que no es otro que favorecer la supervivencia del órgano. Así, los tumores del aparato digestivo producirán más elementos digestivos que permitirán que lo -indigerible- pueda digerirse. Las tumoraciones de la dermis formarán corazas que permitirán defenderse mejor de la agresión. Los conductos se ulceran para abrirse más y generar espacio para que circule lo que se necesita (la leche en el caso del cáncer de mama). Los tejidos de sostén pierden su consistencia para que aparezca un nuevo tejido más fuerte y duro (los sarcomas en el caso del hueso).
La cuarta ley habla de la coexistencia con los microbios y como ellos nos ayudan a resolver las lesiones como verdaderos barrenderos que ablandan tumores y rellenan úlceras.

-Por lo que se ve, estas cinco leyes hablan de un sistema en que la enfermedad no sería un ataque que viene de afuera sino una programación del propio cuerpo ante situaciones extremas.
Exactamente. Hamer lo llama -programa biológico de supervivencia-. Es algo que el cuerpo aprendió durante los millones de años en los que fue evolucionando. En esta escala, nosotros somos mamíferos que es el punto más alto de los vertebrados. Comenzamos como peces, luego anfibios y reptiles, aves y por fin mamíferos. Cuando éramos peces sacábamos el oxígeno del agua. Al escasear los nutrientes, algunos peces subieron a la tierra y comenzaron a alimentarse de las plantas. Al no poder captar el oxígeno del aire, se enfrentaron a una verdadera crisis de supervivencia y su respuesta fue adaptarse a ella. Lo hicieron creando una célula capaz de captar oxígeno del aire. Tardaron millones de años y al fin pudieron generar la célula del pulmón. La enfermedad (en este caso, el cáncer de pulmón), es la rememoración de ese momento evolutivo ante una crisis de supervivencia en la que el sujeto se queda -sin aire-. Donal Klein refiere que los ataques de pánico ocurren por un mecanismo similar en donde la presión de oxígeno cae bruscamente. Es así que podríamos rememorar la respuesta que cada órgano necesitó para sobrevivir ante las continuas amenazas en el curso de la evolución. Así veríamos cómo en la enfermedad se rememora este momento en un intento de solución que en la actualidad ha dejado de ser útil.

-¿Es decir, que se rememora como solución ante el conflicto algo que actualmente es la misma enfermedad?
Sí, la enfermedad es una paradoja. Y lo dramático de la situación es que la medicina quiere resolver la paradoja desde el mismo lugar en que se la plantea. Como en el caso del koan que contábamos quiere crear respuestas que cada vez nos meten más en el problema. En 1992, un experto en bioestadística de la Universidad alemana de Heildelber, el Dr. Ulrich Abel, publicó un libro de 92 páginas cuyo título es -Quimioterapia para cánceres epiteliales avanzados-, que constituyen el 80% de las muertes por cáncer (colon, mama, pulmón, próstata). En ese libro puede leerse: -No hay evidencias de que el tratamiento con las drogas usadas actualmente produzcan resultados positivos en los pacientes con enfermedad avanzada, ya sea en expectativa o calidad de vida-. Además agrega: -Las opiniones personales de muchos oncólogos parecen contrastar de manera llamativa con lo que comunican a sus pacientes, ya que ellos afirman que no utilizarían quimioterapia si tuvieran cáncer-.
Las estadísticas de supervivencia inducen a confusiones. En las estadísticas oficiales se habla permanentemente de un aumento en la supervivencia a cinco años en los pacientes tratados con -métodos de eficacia comprobada-. Sin embargo, en esas estadísticas no se respetan los más mínimos criterios de control, que sí se exigen a los llamados métodos alternativos. La Sociedad Americana del Cáncer (SAC) emitió una lista de aproximadamente cien terapéuticas alternativas que se usan contra el cáncer. Las llamó -métodos no demostrados- y todos aquellos que fueron incluidos en esta -lista negra- dejaron de recibir subsidios. Una investigación realizada por el Dr. Ralph Moss demostró que el 44% de las terapias condenadas no habían recibido ningún tipo de investigación por la SAC ni por ninguna otra agencia. El 16% fue investigado con resultados terapéuticos positivos. El 11% con resultados negativos. El 29% restante fue catalogado de ineficaz tomando solo en cuenta informaciones de revistas y asociaciones médicas extranjeras.

-Parece una manipulación con fines determinados.
El mercado del tratamiento del cáncer mueve en Estados Unidos (solo en medicamentos) una cifra cercana a los 200 mil millones de dólares anuales, con un incremento del 10% anual en forma sostenida.
Durante décadas las agencias de noticias han venido dirigiendo la opinión pública en temas como el tratamiento y la investigación del cáncer. El Dr. Hamer ha sido objeto de una persecución descarada por ciertos medios de difusión que se preocupan por ignorar su teoría. Yo mismo he relatado algunos sucesos que me ha tocado vivir en mi país en el libro que he publicado.
Sin embargo, hay voces disonantes. El Dr Linus Pauling, ganador dos veces del premio Nobel, ha dicho: -todos debemos saber que la llamada guerra contra el cáncer es un gran fraude-. El Dr. Alan Lewin, de la Facultad de Medicina de la Universidad de California afirmó: -La quimioterapia no elimina el cáncer. Este hecho ha sido documentado durante décadas-. El Dr. John Cairns de la Escuela de Salud Pública de Harvard dice: -Solo el 3% de los pacientes tratados con quimioterapia son curados-. Y también agrega: -No se puede curar el cáncer con radioterapia porque las dosis de radio necesarias para destruir a todas las células del cáncer son las mismas que destruirían todas las células del paciente-. El Dr Hardin Jones, Profesor de Física Médica en la Universidad de California, analizó 25 años de estadísticas y llegó a la conclusión -que los pacientes tratados con métodos de -reconocida eficacia- no viven más que aquellos que no reciben estos tratamientos-.

-Ante esta situación, ¿qué propone la Nueva Medicina?
Antes que nada, crear una conciencia colectiva que deje de buscar la respuesta en la destrucción de la enfermedad y empiece a buscarla en la recuperación de la salud. Lo primero que pierde un enfermo es su autoridad. Pasa a ser un objeto en manos de sujetos que supuestamente saben.
. El sujeto se pregunta ¿porqué a mí? Habitualmente, se le responde con otras preguntas ¿porqué no a mí? ¿y si en lugar de porqué te preguntas para qué? Sin ánimo de descalificar tales intervenciones, el sujeto ha hecho una pregunta que en la dimensión que la ha hecho no parece tener respuesta posible. El analiza su situación y observa que no fuma, que su alimentación es bastante simple, que hace deportes y se mantiene en línea, que no hay factores determinantes para la aparición de este cáncer en el pulmón. En su visita al médico le ha preguntado cual es la causa y el médico le ha hablado de factores genéticos (siempre hay un abuelo que se murió de cáncer) que no terminan de convencerlo. Ni qué hablar cuando se trata de un niño.
Algunos malentendidos sobre los factores emocionales dejan aún un sabor más amargo ante esta pregunta ya que algunos tratan de imponer una suerte de terrorismo psicológico en donde todas las enfermedades ocurren porque somos unos inmaduros emocionales y con el cáncer rendimos una prueba para alcanzar la madurez. Con esta posición han creado un pánico semejante al originado por ciertos psicoanalistas con respecto a los traumas infantiles producidos por los padres.
Todos estos factores, moleculares, genéticos, psicológicos, olvidan el elemento fundamental en la aparición y en la curación de una enfermedad: el amor.
Hace pocos años, se hizo una experiencia con conejos con cáncer en donde a un grupo se le daban los medicamentos oncológicos indicados y se los acariciaba y cuidaba con afecto. A un segundo grupo, se les daba placebos pero el mismo cuidado afectivo. A un tercer grupo se les daba placebos y no se los cuidaba. A un cuarto grupo se les administraba los medicamentos oncológicos sin trato afectivo. Los dos primeros grupos tuvieron una recuperación del 60%. Los dos últimos solo llegaron a recuperarse en un 10%.
¿Qué es el amor en términos neuroinmunológicos? ¿Porqué hay tantas experiencias con ratas y conejos con cáncer tratados con afecto y tan pocas con seres humanos? ¿Por qué se sigue creyendo que el sistema inmunológico es un ejército y los glóbulos blancos soldados dispuestos a destruir al enemigo?
Hemos creado una medicina bélica y hasta los libros que abordan la enfermedad desde el punto de vista psicológico no dejan de utilizar el esquema de batallas autoinmunes, de invasión de gérmenes y de defensa ante el enemigo. Ni que hablar de las células asesinas.
Pareciera que la vida misma es una gran guerra, semejantes a las de los piqueteros de mi país que establecen luchas entre pobres. La concepción médica de la enfermedad es la de luchar hasta vencer o morir. No se piensa en el mundo como un paraíso sino como un infierno. Un lugar poblado de microbios agazapados dispuestos a destruirnos. De cánceres que habitan en todo lo que ingerimos. De grupos de poder que actúan en las sombras y que dominan el mundo.
La vida se ha convertido en una despareja lucha por sobrevivir y nosotros lo hemos aceptado. Creemos en esta concepción y estamos dispuestos a ser buenos soldados. La enfermedad es una prueba de ello. Caemos en la batalla.
Pasemos a decir que el mundo es perfecto y que todo concurre a esa perfección. Que los microbios son acompañantes naturales de nuestra vida para ayudarnos a crecer (¿acaso alguien olvida que después de una eruptiva uno crecía?). Que el cáncer es un programa biológico (¡pero no el único!) manejado por un grupo de genes egoístas que buscan su supervivencia a cualquier costo y que no es una prueba de excelencia sino de dificultad en el crecimiento de la conciencia.
La medicina eligió a Pasteur y no a Bechamps. Ahora puede elegir la ingeniería genética o la visión del nuevo hombre. Siempre son opciones pero nuestro futuro depende de esta elección.
Pasteur no era biólogo y vino a decir lo que la sociedad esperaba que se dijera. Que había elementos que venían de afuera y que nos atacaban. Había que destruirlos y en ello estaba la solución. Bechamps decía todo lo contrario. Las microzimas que habitan nuestro cuerpo y el de todas las sustancias vivas, si había enfermedad, eran capaces de cambiar sus formas y producir bacterias o virus. No había que destruirlas sino volverlas a sus formas naturales que siempre co- existieron con nosotros. La sociedad no podía aceptar esto y Bechamps pasó al olvido.
La Nueva Medicina viene a decir que la enfermedad es un programa biológico de supervivencia que está en nosotros pero que está en nuestra capacidad cambiar ese programa por una extensión de nuestra conciencia que supere los determinismos biológicos y acompañe los planes de la vida.

-Para finalizar, ¿Cómo podrías resumir a la enfermedad?
La enfermedad es un intento desesperado de buscar amor. La célula ama la vida y hace lo imposible por sobrevivir. No es con palabras ni con medicamentos que le vamos a enseñar a la célula cual es el camino para sobrevivir. Es ella la que nos enseña a nosotros. Con su esfuerzo y su adaptación a las peores circunstancias. ¿Cómo hemos podido ser tan necios, negándonos durante siglos a aprender de ella? Tenemos todo para superar los frágiles obstáculos que la vida nos impone, pero nos falta humildad para aceptar lo que somos. Nos negamos a aprender de la sabiduría animal porque nos creemos superiores a ellos. Confiamos más en los poderosos instrumentos técnicos que en el saber de millones de años que poseemos en nuestro cerebro, al que con soberbia, llamamos -primitivo-.
Estamos en un atolladero. En un -callejón sin salida-. Estamos enfermos. Debemos aprender a curarnos. Debemos aprender a vivir. Que cada uno tome su lupa y comience a trabajar. Hay un contrato que cumplir.

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