Las técnicas

Una de las objeciones más frecuentes que se le hacen a Hamer es que en sus escritos él dice qué conflictos tienen que curarse pero no dice cómo.

Los seguidores de la NMG responden que eso no es así y apuntan a dos hechos fundamentales para entender cómo debe hacerse la terapéutica. El primero, conocer la teoría, ya que ese solo conocimiento aporta los instrumentos necesarios para curarse. El segundo, que los cambios introducidos en la vida del paciente deben ser concretos, no alcanzando para curar las comprensiones logradas en la psicoterapia o en las terapias simbólicas, es decir, que los cambios deben ser biológicos y no psicológicos.

Estoy de acuerdo con esta última posición. Creo que la terapéutica que propone Hamer, además de aquella que acompaña los estados extremos de la simpaticotonía y la vagotonía, con las medidas médicas que se requieren, es válida. Sin embargo, esta propuesta para la medicina psicobiológica no alcanza. Desde ella, surgen cinco áreas que exigen operadores para producir un verdadero acto terapéutico. La historia dirá si la terapia propuesta por Hamer es válida en todos los casos o solo en algunos, como propone la medicina psicobiológica.

No todo es supervivencia

La división que hacemos de las manifestaciones del organismo en enfermedades comunes y arquetípicas nos lleva a plantear actos terapéuticos absolutamente diferenciados, ya que en las enfermedades comunes hay una exigencia a cumplir con los mandatos biológicos y familiares.

En este caso, la terapéutica debe acompañar los programas cerebrales de supervivencia que son activados ante esa exigencia. Solucionar el conflicto es aquí, moderar la exigencia o ayudar a cumplirla. En cambio, en las enfermedades arquetípicas, planteamos que las conductas celulares no responden a programas de supervivencia sino a la imposibilidad de cumplir con los mandatos biológicos, familiares y generacionales.

La terapéutica aquí debe apuntar a inactivar estas conductas celulares y ya no acompañarlas porque si hace eso, solo estamos reforzando la imposibilidad de resolver los tres mandatos, incluyendo el biológico. Pensemos en un espasmo del estómago. La persona se ha tragado demasiadas injusticias, o demasiada comida. Esa persona, luego de haberse exigido durante bastante tiempo a soportar lo tragado, hace ayuno o deja de tomar contacto con su jefe que lo maltrata. El programa de supervivencia que se activó para resistir esa exigencia, entra en vagotonía y hace su crisis epileptoidea con espasmos de estómago. Luego, si la exigencia no es nuevamente activada, vuelve a la normotonía y se calma. La terapéutica allí será la que recomienda Hamer. Informar a la persona lo que le está sucediendo y que conozca la causa de su actual dolor. Que coma menos, que se aleje de su jefe y que si es necesario, tome un calmante para su dolor. No difiere mucho de lo que haría cualquier médico de campo.

En cambio, un médico de ciudad, le indicará una videoscopía, con biopsia incluida y le recetará de por vida inhibidores de la bomba de protones para neutralizar la acidez, además de asustarlo con que esto que él tiene ahora, puede derivar en un cáncer. Allí es indudable que la teoría de Hamer es francamente útil. La persona aprende a saber qué es lo que le produce su dolor y lo manejará de otra manera, fundamentalmente, no tendrá miedo a lo desconocido y sabrá como activar su curación. Ahora imaginemos que esa persona llega al consultorio con imposibilidad de comer, anemia y adelgazamiento extremo. Se le hacen los estudios que se deben hacer y se diagnostica un cáncer de estómago que le ocupa buena parte del órgano. Aquí no se han puesto en marcha las conductas celulares típicas de los programas de supervivencia que el cerebro tan bien conoce. Inflamación, cicatrización, proliferación celular, hipofunción, hiperfunción, etc. Todas conductas que persiguen el fin de cumplir con el mandato biológico; producir más o exigirse más en su función. Aquí se han activado conductas celulares tales como la impermeabilidad de la membrana, la pérdida de la inhibición por contacto, la inmadurez permanente, la potencialidad de crecimiento ilimitado o la formación de vasos sanguíneos propios.

Cada una de esas conductas tiene un sentido biológico que no es de supervivencia sino de negación a cumplir con un mandato, ya sea biológico, familiar o generacional. El cerebro que da esa orden sabe que si sigue activando el crecimiento celular, el órgano va a ser obstruido. Y que eso lo va a llevar a la muerte por inanición. Pretender decir que sigue con el programa de supervivencia para solucionar biológicamente el conflicto, es una ingenuidad. Es como decir que el cerebro produce más células para solucionar el conflicto de lo que no se puede tragar, pero desconoce que esa cantidad de células termina formando una masa que hará imposible tragar algo, sea material o simbólico. Creemos que el cerebro sabe muy bien lo que hace y sabe que esa proliferación lo lleva a la muerte. Este es un dato que no se tiene en cuenta. Y se interpreta que si se soluciona el conflicto biológico, el estómago se cura. Creemos que la solución biológica el cerebro la percibe como imposible y eso ocurre porque hay mandatos familiares y generacionales que lo llevan a esta percepción. Y si la solución es imposible, por más que la persona abandone el trabajo que lo asfixia o la pareja que lo está degradando, no se cura. Hay que abordar la imposibilidad que percibe el cerebro y que lo obliga a activar conductas celulares que no son de supervivencia sino de imposibilidad de seguir viviendo. Estos criterios de imposibilidad son biológicos, familiares y generacionales.

No vamos a hablar aquí de ellos pero esto debe quedar claro. En un cáncer o en una enfermedad autoinmune, el cerebro no activa programas de supervivencia sino criterios de imposibilidad. Y ese criterio, si no se modifica, hace imposible la curación.

Los criterio de imposibilidad

Siempre son cuatro, porque todo nuestro trabajo está basado en la teoría de Hamer del sistema ontogénico de los tumores que corresponden a cuatro hojas embrionarias.

En el plano biológico son: no poder alcanzar, digerir o eliminar la presa (endodermo), no poder proteger el territorio primitivo (mesodermo antiguo); no poder sostener, ser continente o filtro del entorno (mesodermo moderno) y no poder hacer contacto con algo o defender el territorio moderno (ectodermo). En el plano familiar son: no llegar a tiempo, ser postergado (endodermo); no poder defender los valores que se le han dado (mesodermo antiguo); no poder ser el garante del bienestar del otro (mesodermo moderno) y no poder ser quien el otro espera que sea (ectodermo).

En el plano generacional son: ser cuestionado por un posterior o cuestionar a un anterior (endodermo); no poder pagar las deudas o culpas (mesodermo antiguo); no poder continuar con lo pactado (mesodermo moderno) y no tener autoridad (ectodermo).

En las enfermedades arquetípicas, los criterios de imposibilidad son percepciones cerebrales que generan conductas celulares que responden a esa imposibilidad. Ellas son: inmadurez permanente (endodermo); pérdida de la inhibición por contacto (mesodermo antiguo); potencial ilimitado para crecer (mesodermo moderno) e impermeabilidad de la membrana (ectodermo).

Dejemos en claro que estas conductas son propias del cáncer y no de todas las enfermedades arquetípicas. A su vez, estos criterios de imposibilidad son dirigidos por conductas que llamamos arquetípicas y que son: la del niño herido (endodermo); la de la víctima (mesodermo antiguo); la del saboteador (mesodermo moderno) y la de la prostituta (ectodermo). Así tenemos las cinco áreas (biológica, familiar, generacional, celular y de conducta) que generan criterios de imposibilidad y que son las que si no se abordan, producen un estado de negación en todos los planos que llamamos enfermedad arquetípica.

Si observamos cada una de estas áreas, comenzaremos a tomar conciencia de la dificultad de abordar la enfermedad solo tratando el conflicto biológico. Desconocer las otras áreas es ignorar la historia de la humanidad, las formas de organización social y el poder que ha generado la palabra. Nuestra propuesta fue describir con estas cinco áreas, un fraseo que conduce a la enfermedad. Algo que inicialmente llamamos discurso del cáncer. No es una frase previamente construida, que se le comunica al consultante sino que estos operadores nos sirven para construirla con la propia historia que escuchamos. Uno siempre escucha en base a lo que ya sabe. Si no lo puede referenciar, no escucha.

Es por eso, que escuchar es oír más interpretar. Pero escuchar no es contestar, sino permitirse seguir escuchando hasta que aparezca el sentido. Y ese sentido está oculto en las palabras que uno escucha y se acompaña de movimientos físicos, lapsus y emocionalidad en lo que se dice. Es a partir de esa escucha que se construyen las frases de la enfermedad y las frases que le responden, luego de la escucha, llamadas frases de curación.

Criterios de imposibilidad del endodermo

Imaginemos que estamos escuchando a un consultante que manifiesta tener una enfermedad de endodermo (cáncer de pulmón por ejemplo). Con las cinco áreas, tendremos estas cartas de navegación: sus criterios de imposibilidad son: no poder captar, digerir o eliminar una presa (lo biológico); no poder seguir arremetiendo para ganar su lugar (lo familiar); ser cuestionado por un posterior (lo generacional); tener una profunda dependencia y rabia con alguien (niño herido) y seguir con una actitud de lucha que ya no coincide con su edad (conducta celular de eterna juventud).

La escucharemos sin contestar. Dejaremos que el sentido se abra, articulándose para él, no para nosotros. En ese escuchar surge una contradicción que es la presa que él no sabe captar. Esa presa es importante ubicarla en la coyuntura. No apurarnos a ir al pasado o a las generaciones anteriores. Para él, la historia es hoy y si no lo resuelve, ir al pasado es escapar. Su historia y sus ancestros nos importan para entender esa presa que no puede captar hoy, no para resolverla pretéritamente. Y si tenemos los cinco operadores, no solo partimos de saber que hay una presa que se le escapa (mandato biológico), sino de que eso le produce rabia porque depende de esa presa (niño herido).

Y sabemos que hay algo que le impide arremeter como siempre lo ha hecho, que se siente impotente (mandato familiar)y que eso tiene que ver con un cuestionamiento que le está haciendo un posterior (un hijo por ejemplo) o un cuestionamiento que él hace a un anterior (una madre por ejemplo) (mandato generacional). Y un último detalle; hay un diálogo interno en donde él cree que siempre habrá tiempo, que ya hará lo que tenga que hacer, porque no toma conciencia del paso del tiempo (conducta celular de eterna inmadurez).

Escuchar con estos cinco operadores nos permite hacer preguntas e intervenciones que le hagan descubrir el sentido de la profunda contradicción que lo habita. Esa contradicción se da entre su pensamiento externo y su pensamiento interno. Pero no es una cuestión psíquica sino que está en juego su emocionalidad y las acciones que surgen en su vida cotidiana a partir de la triple contradicción entre lo que piensa explícitamente, lo que pone en marcha sus emociones y lo que hace todos los días. Esa persona puede tener claro todo. Sabe que la presa que no puede captar está en el ámbito laboral, por ejemplo (lo biológico). En nuestros tiempos, la presa es lo que nos da de comer aunque también es todo aquello que nos hace sentir que estamos vivos, nuestra profesión, nuestro saber o nuestras reservas financieras o afectivas.

También sabe que no tiene todos los elementos para luchar, porque ha tenido pérdidas o porque los demás lo dejan solo (mandato familiar). Conoce su rabia guardada por lo que ha vivido, aunque diga que ya lo ha superado (niño herido). Sabe de su hijo que ha tomado un camino equivocado o de su madre que no ha confiado en él (mandato generacional). Y también se da cuenta de que los años han pasado y ya no hay tanto tiempo como antes (conducta celular). Pero con todo ese conocimiento está el “pero” que anula todo lo anterior. Las reservas se terminan (biológico), la soledad es real (familiar), el sufrimiento existe (el niño herido), su hijo o su madre están lejos (generacional) o ya no están, y el tiempo será mañana o después (lo celular).

Esta contradicción la ha establecido el lenguaje y de ella nadie puede escapar. Solo hay que enfrentarse a ella y trascenderla. El lenguaje ha instalado la contradicción y si no se la trasciende con una dialéctica que permita resolverla, uno se queda en la foto de lo que puede ser, en la mentira de lo que ya será. Es ahí cuando uno entiende a Hamer y su propuesta de soluciones biológicas y concretas. Aunque no nos de los operadores que necesitamos para abordarlas. Lo que propone la medicina psicobiológica es transformar estos criterios de imposibilidad en criterios de acción. Es negar la negación. Que no ignore la contradicción que lo habita y que lleva al cerebro a responder a esa contradicción con conductas celulares. Construir la frase de la enfermedad es acceder a lo que le está pasando a esa persona, no a comprar su historia de que ya tiene todo claro y no sabe porqué sigue enfermo.

Para eso es necesario seguir escuchando hasta que surja en forma clara y manifiesta la contradicción. En nuestro imaginario consultante por cáncer de pulmón, abordamos las siguientes contradicciones:

En lo biológico: mi fuente de ingresos estuvo amenazada pero ahora está estable. La incoherencia aparece en la siguiente frase: si no estoy atento puedo perder todo.

En lo familiar: tuve momentos de impotencia pero ya estoy bajo control. La incoherencia aparece en la frase: si no me exijo, puedo volver a sentir la impotencia.

En lo generacional: mi hijo está descarriado pero ahora logró cierta estabilidad. La incoherencia aparece en la frase: si no tiene tratamiento, volverá a caer.

En la conducta: tuve mucha ira por quien me hizo poner en peligro pero ya se me ha pasado. La incoherencia aparece en la frase: en cualquier momento reaparece la dependencia con esa persona.

En lo celular: me di cuenta que el tiempo se terminaba pero ahora sé que lo voy a hacer. La incoherencia aparece en la frase: lo haré cuando esté mejor.

En todas las áreas, el lenguaje propone la solución pero amenaza con el problema. Esta situación la vemos siempre en aquellos consultantes que han optado por no hacer los tratamientos convencionales por considerarlos ineficaces y nos vienen a ver con la presión del entorno que cree que la única solución es el tratamiento convencional.

Allí la frase es: sé que voy a curarme pero mi familia no cree en lo que yo hago. La incoherencia aparece en la frase: si fallo, ellos ya no confiarán en mí. Y es esto lo que activa todas las otras incoherencias. La presencia de estas contradicciones es lo que impide el movimiento que el cuerpo exige para salir de ese proceso que llamamos enfermedad. Abordar estas contradicciones es lo que hacemos con las técnicas de la medicina psicobiológica.