Los cruzamientos

Pensemos en una gacela que descansa en un pastizal. Es pleno día y a lo lejos entre unas rocas observa la figura de un temible predador: el león.

A partir de ese momento, la gacela activa los mecanismos de defensa que están programados en su cerebro y así se prepara para un posible ataque. Esta preparación genera una redistribución de la sangre hacia los órganos más importantes para la defensa (músculos, corazón, cerebro), quitándole sangre a la superficie del cuerpo. Las pupilas se dilatan para ampliar el campo de visión, puede haber eliminación de líquidos (diarreas, orina, transpiración) para aligerar el cuerpo, los músculos se contraen dispuestos al ataque, el corazón late más rápido para dar más oxígeno a los tejidos.

Todo esto no es pensado por la gacela ni es un acto de voluntad o de estrategia. Es la evolución la que se encarga de poner en actividad estos mecanismos defensivos. Podríamos decir que «la evolución piensa por la gacela» que solo se convierte en el receptáculo de ese pensamiento.

Durante millones de años la evolución buscó la mejor respuesta para enfrentar al león. Seguramente habrá intentado innumerables conductas alternativas hasta encontrar la mejor para asegurar una buena defensa. En ese tránsito se habran cometido todo tipo de errores pero un buen número habrá conseguido una estrategia posible. Los que sobrevivieron incorporaron esas conductas en sus cerebros a través de los genes y las han transmitido a las sucesivas generaciones.

Es por eso que la gacela que ha observado al león obedece a su cuerpo y esta obediencia no es fruto de una elección.

Ella carga con esa respuesta y podrá luego elegir diversas conductas : retirarse, luchar, someterse. Eso dependerá de la «calidad» de la transmisión de aquel mensaje evolutivo. Habrá gacelas cobardes o valientes. Algunas suicidas y otra libres.

Ahí tenemos un punto de inflexión en el determinismo biológico cuyo desarrollo es asombrosamente más amplio en las conductas humanas, pero su base y sus límites tienen que ver con ese programa cerebral de respuesta condicionada ante la amenaza a la supervivencia. Sin ella no podemos entender ese punto de inflexión.

Este quizás sea el punto básico para llegar a comprender los cruzamientos entre lo físico y lo no físico. Cuando un ser vivo está sometido a este punto de inflexión y sus mecanismos condicionados se desbordan aparece lo que llamamos enfermedad.

Creemos que sin ésta comprensión es imposible abordar cualquier terapéutica. Aquí se desarrolla el cruce entre respuestas físicas elaboradas en millones de años y realidades no locales que responden a una lógica distinta.

Esta lógica de lo no local (no físico) no responde a los lineamientos de tiempo y espacio de la biológica y es por eso que necesitamos crear nuevos conceptos que permitan la referencia a ella en sus cruzamientos con la realidad física.

Un cruzamiento que habitualmente es negado o interpretado con ideas que se refieren a la lógica física. Creer que la enfermedad tiene su origen solo en alteraciones moleculares, bioquímicas o genéticas es desconocer ese cruzamiento e impedir que un nuevo nivel de realidad se haga posible en el origen de la enfermedad.

Al no percibir esto, el refugio es combatir ciegamente lo que se ve y lo que se considera real. Se ignora que el cuerpo está expresando esos cruzamientos con lógicas que no responden ni a la destrucción ni a la mutilación.

La gacela que ve amenazada su supervivencia también podrá enfermarse. Podrá hacer un cáncer de pulmón ante la persistencia del león por perseguirla. Podrá sufrir un glaucoma por el miedo que la acecha o de insuficiencia renal por quedar desarraigada de su entorno al huir. Sus enfermedades expresarán la respuesta biológica de su cerebro emocional ante la lucha por la supervivencia. La Naturaleza da muestras permanentes de esta linealidad.

Pero el ser humano se ha salido de esta linealidad. Aunque paradojalmente permanece en ella. Se ha producido un cruzamiento que exige pensar una nueva física que llamaremos «física del cruzamiento».


Los focos de Hamer
Como toda etapa nueva es difícil aceptarla. Los conocimientos que posee la humanidad justifican un nivel de realidad al que se califica de «única verdad». Es muy duro para aquellos que han comenzado a percibir otros niveles de realidad, poder expresarlo sin entrar en profundas contradicciones con los principios básicos de la lógica.

Cuando estudiamos la historia de la medicina, nos asombran las explicaciones que se ofrecían en aquellos momentos sobre el origen de la enfermedad. Los demonios, los miasmas, la influencia telúrica, el aire que corría por las arterias, el útero que subía hasta el cuello eran considerados basamentos científicos que satisfacían los principios de la lógica. (recordemos uno de ellos, el principio del tercero excluido: «toda cosa es verdadera o falsa, no habiendo tercera posibilidad»). Ellos consideraban todos esos orígenes verdaderos.

Aquellos que observaban otros niveles de realidad que contradecían los pensamientos de la época, eran herejes que querían destruir un sistema que daba certezas. Y estas siempre fueron necesarias para la medicina. Aunque se podría escribir una historia del disparate con las certezas de aquella época (y con muchas de las actuales).

Los que veían algo distinto se sentían obligados a callar o a tener comportamientos francamente agresivos para ser escuchados. Paracelso refutaba la teoría de Galeno sobre la circulación del aire en las arterias (algo que ahora nos parece absurdo) y llegó a quemar en la plaza pública todos los libros de este médico que era considerado la máxima autoridad de la época.

Hoy también nos enfrentamos a similares dificultades. El Dr. Hamer, quien rebate con argumentos justos y posibles los fundamentos de la medicina actual, es encarcelado y obligado a callar. Una verdadera caza de brujas se instala sobre aquellos que siguen sus teorías. Los colegios médicos, obligan a abjurar a todos sus colegiados de toda práctica basada en la Nueva Medicina, bajo apercibimiento de cancelarles su matrícula profesional.

Revivimos en nuestro inaugurado siglo, las peripecias de aquellos que pueden (al igual que Paracelso) percibir niveles de realidad que las doctrinas establecidas aun no pueden considerar.

Sabemos que en algunos años más esta nueva medicina será considerada, mejorada y aplicada. Mientras tanto la transición nos obliga a fundar instrumentos que permitan crear la «masa crítica» que despertará el cambio.

Creemos que la idea de los cruzamientos entre la realidad física- local y la realidad no física- no local, puede actuar como cuña de este despertar.

Uno de los representantes de este cruzamiento son las imágenes captadas por Hamer en las tomografías cerebrales. Sus mapas pueden ser estudiados por todos los médicos y analizados desde el conocimiento previo de las imágenes normales. La respuesta actual de «los que aun no pueden ver» va desde la indiferencia ante esas imágenes hasta la negación absoluta ya que según ellos son «artificios técnicos provocados por la interfase entre un tejido cerebral y otro». Lo llamativo es que estas imágenes (llamadas focos de Hamer: FH) siempre estén en un mismo lugar del cerebro cuando se trata de un tipo de enfermedad pero en otro lugar específico cuando se trata de una enfermedad distinta. También es llamativo que cuando la enfermedad se supera, aparezca siempre acumulación de líquido (edema) en el lugar del FH.

El teorema de Bell.

Los FH se convierten así en representantes de estos cruzamientos entre una realidad física (la enfermedad) y una no física (los sucesos conflictivos). Un cerebro que muestra imágenes cuyas características necesitan una percepción no habitual. Los que lo ven no pueden entender que lo que está no se vea. Los que no lo ven, se indignan que algunos vean algo que no está.

Pero el desafío es aún mayor ya que los que estudian los FH comienzan a verlos por todos lados. ¡Y muchos de ellos son realmente artificios técnicos!

Esto nos hace recordar el comportamiento humano ante las epidemias. Primero se las niega, luego se aceptan casos aislados y por último se termina quemando a cualquier sospechoso.

De todas maneras, los FH están ahí. Son imágenes en forma circular, como dianas concéntricas que aparecen en el mismo momento en que se produce un acontecimiento que el ser humano vive como una amenaza a su vida, a la de sus seres queridos o a lo que considera su territorio o identidad.

La aparición sincrónica de un hecho físico con un hecho no físico es un cruzamiento entre dos niveles de realidad que se ven mutuamente afectados, traspasados en un instante por una percepción que origina cambios.

Psiquis-Cerebro-Órgano. Un sistema filogenéticamente unido. Si conocemos la enfermedad física, buscaremos la repercusión cerebral y el tipo de conflicto y allí estará. Si conocemos la TAC cerebral, buscaremos la repercusión física y el tipo de conflicto y allí estarán. Si conocemos el tipo de conflicto, buscaremos la imagen cerebral y la repercusión orgánica y allí estarán.

¿Qué es lo que sucede para que tres sistemas con lógicas propias reaccionen sincrónicamente?

La lógica del órgano es la que describe Hamer en la llamada tercera ley de la Nueva Medicina. La del cerebro es la del aprendizaje condicionado . La psiquis sigue la lógica de las leyes del lenguaje.

Tres percepciones de la realidad que se activan sincrónicamente en un cruzamiento que hace reaccionar a las partes como un todo.

Una de las paradojas mas llamativas de la física cuántica es la conocida como la de Einstein-Podolsky-Rosen y que ocurre cuando un electrón y un positrón se encuentran y se destruyen . Allí dos fotones A y B parten en direcciones opuestas. A partir de allí e independientemente de la distancia que los separe, reaccionarán siempre en forma sincrónica. Si A cambia su carga, B también lo hace. Lo que Einstein y sus colegas interpretaron como una paradoja que debía ser explicada racionalmente en algún momento, el físico J. Bell lo demostró científicamente en 1965. «Ninguna variable local oculta puede explicar las correlaciones que se dan en la paradoja EPR, lo que deja abierta la posibilidad, aun cuando las separen años luz de que las partículas permanezcan conectadas por un nivel subcuántico no local que nadie conoce.»

Bell en su teorema demuestra que mientras la separación en el tiempo o en el espacio son «reales» en ciertos contextos, dicha separación es «irreal» o carece de importancia en la mecánica cuántica.

Para Bell, la paradoja EPR sugiere que la información cuántica puede transferirse instantáneamente desde una parte del universo hacia otra sin violar la teoría de la relatividad ya que lo que se transfiere no es energía sino información.

Un cerebro que recibe información de una fuente que forma parte del Universo (un conflicto real o simbólico) y responde sincrónicamente a esa información a la que está unida por ser parte del todo.

Esta maravillosa demostración de unidad no es comprendida por la medicina de la «especialización», que rechaza esta cosmogonía y propone tratamientos que corrompen esta unidad sin dejarle posibilidad de expresarse.

La Nueva Medicina introduce esta cosmogonía para comenzar a entender que la polaridad A y B son una unidad en busca de su integración. La comprensión que se hace de la enfermedad permite continuar esa búsqueda.