Testimonio de Lilian

El principio de mi lucha contra el cáncer, se inicia en el año 1982. Durante una consulta con mi ginecólogo y mediante los chequeos de rutina, descubre que en ambos ovarios aparecen tumores, que luego la biopsia revela, que se trataban de carcinomas.

A los seis meses de la primera cirugía, vuelven a operarme para comprobar que todo estuviera bien. Todo salió bien y no necesité de ningún tratamiento, salvo los controles de rutina. En ese momento, tenía 41 años. Siempre me trataron los cirujanos y oncólogos tradicionales, que eran médicos muy conocidos en la ciudad donde vivo. A ellos, les pregunto si la aparición de mi cáncer, tendría algo que ver con un conflicto muy grave que acababa de vivir, porque yo estaba convencida de que era eso lo que me había enfermado. Todos me negaron cualquier relación entre ambos hechos.

Continué con mi vida aparentemente normal, pero dentro mío estaba instalado un miedo que me paralizaba y que había cambiado mi vida interior, la que nunca volvió a ser como antes.

Pasaron los años y a fines de 1998, también mediante un chequeo de rutina, encuentran un pólipo en la vejiga. Si bien el impacto fue tremendo, no me tomó de sorpresa, ya que siempre tuve mucho miedo que me volviera a ocurrir.

En esta oportunidad, fue mucho más duro lo que tuve que enfrentar, ya que hubo varias cirugías, casi todas con complicaciones y feas consecuencias. También recibí quimioterapia. Lo que me pareció insólito, es que la biopsia reveló que el origen de este nuevo cáncer era ovárico (recordemos que habían pasado 17 años de aquel cáncer). Esto nunca me lo pude explicar.

Solo puedo decir que el año 1999, fue totalmente dedicado a pasar por penosas experiencias. Creo que la cordura y la fortaleza que mantuve, fue debido a la gran contención afectiva de mis seres queridos.

En marzo del año 2000, por recomendación de una persona conocida, conozco al Dr. C., quien practicaba la Medicina Psicobiologica. Yo desconocía de que se trataba esta medicina, pero comienzo a concurrir a su consultorio y a partir de ahí, empiezo a entender y a conocer, muchas de las cosas que me habían pasado o porqué me habían pasado. Leo libros donde hay testimonios de personas que habían vivido lo mismo que yo, que la habían peleado y que seguramente para ayudar a otros, lo exponían en esos libros.

En diciembre del 2000 y por tercera vez a raíz de un chequeo de rutina, aparece mediante una ecografía, una masa al lado del recto que mide 5cm.

En ese momento y sin dejar de concurrir al Dr C., consulto con mi oncólogo, quien indica inmediatamente una cirugía a cielo abierto y me advierte -que seguramente habrá que hacer rayos o quimioterapia-.

Tomé la decisión de no hacer nada (lo que irritó sobremanera al oncólogo), hasta estar convencida de lo que tenía que hacer.

Yo estaba tan convencida que era mi última etapa que comencé a prepararme para mi muerte. Hablé con mis hijos y les hice prometer que cuando yo muriera, me tenían que cremar. Organicé todo para ser atendida por gente entrenada y les pedí que siguieran con su vida normal, con sus trabajos y familia; que por mi enfermedad no descuidaran sus cosas.

Tomé la decisión de no repetir ningún tratamiento realizado anteriormente, porque quería morir con dignidad, aclarando que me dieran morfina cuando la necesitara porque no quería sufrir.

Todo esto se desarrolla a comienzos del año 2001. El impacto me había paralizado. No sabía que hacer ni por donde empezar.

Con el Dr. C., nos abocamos de lleno a trabajar mis actitudes ante los conflictos a través de visualizaciones, trabajo con símbolos, medicamentos vibracionales y otros abordajes. Entre ellos, algo que me permitió descubrir una espiritualidad a la que nunca había tenido acceso: la oración.

Comencé a visitar dos veces por semana al Dr. C. y nos dedicamos a trabajar.

Recuerdo que en una oportunidad, le dije que esta medicina no cruenta ni traumática, era mucho mas fácil de realizar. El me dijo: -No se confunda; lo que le hicieron anteriormente fue muy duro, pero se lo hicieron los otros y cuando terminó, usted siguió haciendo su vida normal. Lo que nosotros estamos haciendo ahora depende de usted, de sus ganas, de su actitud. Va a tener que encarar la vida de otra manera para no volver a enfermarse y ese trabajo no es nada fácil. Pero se puede lograr-.

Por sugerencia suya, visité un cirujano que resultó ser una persona cálida y comprensiva. El me indicó punzar esa masa al lado del recto, cosa que hizo en forma ambulatoria. El resultado de la biopsia fue un quiste hemático, totalmente inofensivo, que se vació en el mismo acto de la punción y que no tenía relación con cáncer alguno.

Toda experiencia, por mala que esta sea, deja un saldo positivo. En mi caso sucedió que encontré algo que yo no tenía y desconocía. La plenitud espiritual que me acompañó en los peores momentos; ese sentimiento que me llenó de gozo y por el cual aprendí a conocer y a sentir de verdad la presencia de Dios.

También aprendí que la palabra cáncer no es sinónimo de muerte. Que todos tenemos la posibilidad de curarnos. Que las peores situaciones se pueden revertir. Yo estoy convencida que es eso lo que ocurrió en esta oportunidad.

Esto que relaté lo viví yo y es mi deseo que sirva para ayudar a alguien, que al igual que yo, necesitó tanto de todos.