Abordaje de un paciente desde la psicobiología.
Abordar un paciente desde el punto de vista de la medicina psicobiológica, significa escucharlo, guiarlo y acompañarlo. Desde este lugar, se construye una historia que es pasible de ser resignificada no solo en la interpretación de sus dolencias sino en los propios hechos que el paciente describe. Durante este abordaje, los hechos se transmutan en significantes psicobiológicos con un sentido que se anuda a la evolución y a la supervivencia. Es decir, la misma construcción de la historia es un acto médico con sentido terapéutico. Las palabras del paciente, su historia, sus gestos, sueños y recuerdos, sus mitos familiares, sus propias dolencias, son transmutadas por el terapeuta en un argumento en donde los órganos expresan un lenguaje que tiene que ver con la evolución encontrada con la propia historia humana, personal y colectiva. Y es en esa articulación en donde los órganos (cuya forma y función están fijadas por lo biológico) se pueden extender más allá de un cuerpo (impregnado por las operaciones simbólicas que provienen del campo del lenguaje).
Este abordaje contiene los siguientes elementos que pasaremos a describir:
1) Psicobiografía. Es la toma de la historia clínica.
2) El conocimiento del órgano enfermo. Aquí se le presentan pedagógicamente dos ficciones (la evolutiva y la animista) que ayudarán a resignificar la enfermedad.
3) La posición de Hamer. Se aborda el tipo de conflicto biológico que sufre la persona, el suceso desencadenante de la enfermedad y la repercusión del sistema nervioso.
4) La posición proveedora o territorial del paciente y de la enfermedad. Se determina si la enfermedad tiene una conducta predadora (enfermedades diseminadas) o territorial (enfermedades localizadas) y la conducta histórica del sujeto. (proveedor o territorial)
5) Los mandatos generacionales. Se determina el discurso generacional en que está atrapado. Se aborda el Ideal de supervivencia del cuerpo.
6) Los actos curativos. Se proponen las conductas de apaciguamiento, sometimiento, ataque o huída. Se elaboran estrategias en base a los mandatos generacionales en juego.
1) Psicobiografía: es el primer momento del encuentro con el paciente. Siempre está habitado de miedos, dudas y tremendas expectativas. El terapeuta psicobiológico debe saber que el paciente necesita ayuda y no todos tienen la misma forma de pedirla. Hay quienes llegan desesperados dispuestos a aceptar lo que se les ofrezca como una panacea y hay otros que vienen casi obligados por algún familiar y con la desconfianza de los que ni siquiera saben quienes somos y que hacemos. Pero ambos son hermanos nuestros a los que debemos tratar como lo haríamos con algún amado familiar enfermo. Jamás debemos tener miedo de ellos. Aún cuando ostenten títulos o saberes que cuestionen los nuestros. Ellos están allí para recibir ayuda y eso es lo que les debemos dar.
La psicobiografía comienza entonces con un afectuoso y sentido saludo. Yo abrazo y beso a mis pacientes dándoles la bienvenida porque ellos entran a mi casa y yo entraré a la suya. Los datos personales del paciente deben ser anotados por el médico y no por una secretaria porque importa cada dato y la forma de expresarlo. Sus nombres completos, su empleo, si es casado, si tiene hijos, son datos que hablan mucho de quien es esa persona.
La psicobiografía tiene varias partes:
a) Motivo de consulta: allí se le pide al paciente que describa con sus palabras y sin hacer aún uso de los exámenes complementarios que trae, el motivo de su consulta. Habitualmente yo les pregunto -en qué los puedo ayudar-. Algunas personas se descolocan ante una pregunta tan simple y este no es un dato menor, ya que ellos vienen a pedir ayuda y esta pregunta les plantea tal situación. Muchos pacientes me miran a los ojos y dicen con un tono sombrío -yo tengo cáncer-. La sonrisa con los que yo los he recibido nunca se borra pero agrego un gesto de afecto que trata de transmitir mi sincera intención de ayudarlo. Trato de respetar el silencio que pueda producirse porque estos primeros momentos son una oportunidad para entablar una buena relación. El interés por lo que dice el paciente debe ser real. Uno debe prestar atención a cada palabra que dice porque cada palabra deberá ser resignificada desde la psicobiología. Cuando él dice -tengo un cáncer de intestino con metástasis en el hígado-, nosotros vamos a usar esa frase así como él la dice para encontrarle un significado a cada palabra. Qué significa tener? Qué significa cáncer? Qué significa intestino? Que significa hígado?
b) La enfermedad actual: aquí el paciente debe describir la historia de su enfermedad. En qué fecha comenzó, cuales fueron los síntomas sobresalientes y los acompañantes. Que tratamientos se instruyeron y como fue su reacción ante ellos. Se leen los estudios que el paciente trae con mucha atención ya que a ellos nuestro paciente les da un valor de documento de su dolencia. Cualquier comentario que haga el paciente sobre los médicos tratantes no debe provocar en nosotros ningún comentario adverso. Para nosotros es muy importante no hablar contra ningún colega y considerarlo siempre una autoridad que debe respetarse. Ellos deben aprender, al igual que nosotros, que todos debemos hacer lo mejor y juntar esfuerzos por recuperar la salud del paciente.
c) Antecedentes de la enfermedad actual: aquí preguntamos por todas las enfermedades que ha tenido (inclusive las eruptivas) y por las enfermedades y causas de muerte (si las hubiera) de los familiares cercanos. Nunca se debe preguntar, por ejemplo, a una paciente con hemorragias de útero, si su madre falleció de cáncer. No se debe anticipar el diagnóstico sino solo preguntar la causa. Los antecedentes familiares son importantes porque existen comportamientos biológicos que se repiten. Aquí le damos valor a las fechas en que ocurrieron ya que muchos pacientes se enferman a la misma edad que sus padres murieron o en una fecha que recuerda algún acontecimiento importante en la familia. Esta filiación que se conoce como -síndrome aniversario- debe ser relacionada en la resignificación que vamos a realizar. Además de estos antecedentes, se le pregunta si él relaciona su enfermedad con algo que le ocurrió en algún momento de su vida. Este es el primer acercamiento a lo que Hamer llama DHS pero no debe ir más allá de esta simple pregunta ya que aún no tenemos los operadores necesarios para que esos sucesos tengan significación para el paciente. No se debe insistir en esto.
d) Descripción del carácter del paciente: esta es otra parte que muchos consultantes encuentran sorpresiva. Se debe abordar con mucha cautela y esperar que el paciente haga su propia descripción. Si la incomodidad es manifiesta, se lo ayuda con preguntas generales. Si es ordenado, afectuoso, caluroso, temeroso, impulsivo. La forma en que se describe es un dato de valiosa ayuda para uno de los elementos fundamentales del abordaje psicobiológico cual es la determinación del perfil predador o territorial de la persona y de su enfermedad.
e) Examen físico: aquí se revisa minuciosamente al paciente no solo en la región enferma sino que se hace un examen en todo el cuerpo en donde al tocarlo le daremos un apoyo físico que muchas veces ni los propios familiares le dan. A muchos pacientes con cáncer no los tocan, como si fueran contagiosos. Yo acaricio sus panzas llenas de líquido y sus ganglios hinchados. Escucho su corazón porque lo tiene aún cuando su enfermedad sea del hígado. Es importante informarle de los resultados de ese examen que siempre fue determinante en la práctica médica y que ha sido lamentablemente reemplazado por costosos y crueles estudios que no dicen mucho más que la confirmación (la mayor parte de las veces innecesaria) de lo que un buen médico puede captar con sus sentidos.
f) Relato escrito de un sueño, un cuento y una película. Se le pide al paciente que para la próxima entrevista traiga escrito un sueño que recuerde, algún relato de la infancia y una película que le haya impactado mucho. En estos relatos escritos surge habitualmente la dificultad fundamental con la que biológicamente está enfrentado el sujeto.
Luego que hemos construido esta historia clínica que llamamos psicobiografía, desarrollamos el segundo elemento del abordaje psicobiológico que llamamos:
2) Conocimiento del órgano enfermo.
a) Ficción evolutiva. Aquí le preguntamos al paciente qué sabe él de su enfermedad y de su órgano enfermo. Por ejemplo, si consulta por una artritis reumatoidea le preguntamos que sabe él de la artritis, su origen, su evolución y cual cree que es la función en el cuerpo de los huesos y de las articulaciones. Si consulta por un cáncer de recto, le preguntamos qué cree que es el cáncer y como podría describir la forma y la función del recto. Para que sirve, como es su forma y si lo puede dibujar. En esta descripción anatómica el paciente puede demostrar un absoluto desconocimiento de lo que le está pasando o por el contrario mostrar un exceso de conocimiento con la utilización de términos médicos en su descripción. Esto nos ayudará a entender porqué le damos tanta importancia a la necesidad de resignificar el saber del enfermo. Lo que él sabe no le ha permitido la curación y si continúa con los mismos significados, éstos no tendrán eficacia para salir de la enfermedad. Es aquí cuando nosotros les damos los primeros elementos para resignificar su órgano enfermo o su enfermedad. Allí le decimos que ese órgano nació hace millones de años con el objetivo de superar una amenaza a la supervivencia. Por ejemplo, los alvéolos pulmonares nacieron hace 400 millones de años porque el vertebrado pasó del agua a la tierra al no tener ya más alimentos que le permitieran sobrevivir en el agua. Allí encontró las plantas acuáticas y logró alimentarse pero al haber vivido en el agua, tenía el cuerpo capacitado para sacar el oxígeno del agua y no del aire y entonces millones de seres murieron al no poder superar ese obstáculo. En el curso de otros millones de años, algunos seres lograron elaborar células que estaban capacitadas para captar el oxígeno del aire y ya no del agua y pudieron transmitir esa mutación genética a sus descendientes, logrando así crear un nuevo órgano que se llamó pulmón y anulando el viejo órgano que se llamaba branquias. Esos animales fueron los anfibios que luego se convirtieron en reptiles y luego en aves y por último en mamíferos que es lo que somos actualmente. El narrarle esta ficción biológica es la primera intervención del terapeuta y debe ser realizada con capacidad de transmitir la relación que va a empezar a existir entre su enfermedad y el origen embriológico de este órgano. Se debe dejar claro de entrada que este origen (la amenaza a su supervivencia por no captar oxígeno) está ligado a la respuesta actual del pulmón. Esta primera relación que le propone el terapeuta al enfermo lo ubica en una manera distinta de entender lo que le pasa. Poco a poco le irá dando sentido a cada suceso de su cuerpo y de su vida. Y es este sentido el que le permitirá darse cuenta de que está envuelto en una situación que nada tiene que ver con lo que el conocimiento médico le propone. Que esa situación tiene una lógica que él puede resolver si le ayudan a entender las leyes que sostienen esa lógica.
b) Ficción animista. Aquí se le propone al paciente ante una silla vacía o ante un dibujo que le diga al órgano enfermo lo que él siente por su presencia. Que le exprese abiertamente sus sentimientos. El terapeuta debe ser capaz de escuchar lo que dice el paciente poniéndose en el lugar del órgano para luego establecer un dialogo. Este lugar es el de la función biológica, es decir de lo que el órgano está capacitado para hacer. Por ejemplo a un paciente con hepatitis C se le pide que le diga a su hígado lo que él siente por él. Comienza diciendo -Me haces mal. No tiene sentido que te inflames y te llenes de cicatrices. Debes curarte así podemos sentirnos bien los dos.- El terapeuta debe conocer la función del hígado y al escuchar al paciente debe contestarle desde la lógica de esa función. Una respuesta posible sería: -Porque no piensas lo que dices? Yo trabajo todo el día tratando de depositar cada alimento y bebida que incorporas. Y lo hago para que tengas reservas y las puedas usar cuando las necesites. También fabrico bilis para que puedas digerir mejor lo que te tienes que tragar. Todo lo que es tóxico pasa por mí y lo convierto en algo que pueda convivir contigo. Vivo valorando lo que te puede o no servir aunque a ti eso no te interese. ¿Por qué no te preguntas por tus excesos? Y no te hablo de la alimentación. Piensa en tus ideas. Tienes tantas que he tenido que agrandarme para guardarlas!-
Lo que propone el terapeuta en esta respuesta es que el paciente empiece a conocer la voz de la biología ya que a él nunca le ha preocupado. Solo ha estado interesado por sus propias necesidades sin tener en cuenta que el órgano ha sido descuidado. El paciente ha ignorado el sentido biológico de su organismo. Ha creído hasta el momento de enfermarse que sus órganos son independientes de su vida y que él puede hacer cualquier cosa que nunca va a repercutir en su cuerpo. El terapeuta le propone una segunda relación en el conocimiento del órgano enfermo. Si la primera fue la ficción embriológica (la enfermedad como rememoración de un momento histórico en que el órgano tuvo que crear un tipo distinto de célula), la segunda relación es una ficción animista en donde el órgano es un ser vivo que se queja del uso que el paciente le ha dado a lo que él puede hacer. Aquí se le proponen todas las metáforas que como seres vivos los órganos pueden representar.
Es a partir de estas dos ficciones, la embriológica (o evolutiva) y la animista (o de denuncia biológica) que comienza la resignificación de la enfermedad. Y es aquí que el aporte de Hamer se hace necesario.
3) La posición de Hamer.
En este momento del abordaje se trabajan tres elementos: a) el conflicto biológico; b) la dimensión del DHS y c) la repercusión del sistema nervioso. Cada uno de estos elementos configura por sí mismo una nueva relación con la enfermedad.
El conflicto biológico.
Para la nueva medicina, la enfermedad es siempre originada por lo que Hamer llama conflicto biológico; es decir, la no satisfacción de una necesidad biológica. Habitualmente el paciente llega a nuestra consulta con el diagnóstico médico ya realizado. Nuestra preocupación diagnóstica está dirigida a conocer qué necesidad biológica está cuestionada en la enfermedad. Para ello contamos con el órgano enfermo, la hoja embrionaria a la que pertenece y las necesidades biológicas esenciales para la supervivencia. Si el que nos consulta viene con el diagnóstico de un sarcoma en la pierna, los tres elementos que aparecen rápidamente son el músculo, la marcha y la desvalorización. Es como si el diagnóstico médico ya nos permite ver en un pantallazo lo que debemos trabajar. El sarcoma es un tumor del músculo y de los tejidos blandos, por lo cual sabemos que el conflicto se refiere a esa estructura del cuerpo. Los músculos son las capas de tejido que cubren en este caso a los huesos de la pierna y los defienden de la agresión directa. Ellos desarrollan la fuerza, la potencia que expresará la pierna en el movimiento. Lo hacen a través de un juego dual de tensión y relajación manifestando así una flexibilidad que les permite el desplazamiento. Así ante un sarcoma de la pierna ya aparecieron en primera instancia temas fundamentales como el desplazamiento, la fuerza, la defensa y la polaridad. Inmediatamente agregamos a esta primera evaluación, la hoja embrionaria a la que pertenece el tejido afectado. En este caso, el músculo nace en la hoja embrionaria mesodérmica proceso que hace nacer a todos los tejidos de sostén, es decir, los músculos, los huesos, los cartílagos, las arterias, los ganglios, el tejido conectivo. La palabra -sostén- comienza a tomar un sentido importante junto a todas las otras palabras que ya hemos ido nombrando. Se está generando un nuevo lenguaje de la enfermedad. Ya no es un sarcoma de tejidos blandos ahora es una masa que habla del sostén de la persona, de su flexibilidad, de su capacidad de defensa, de su movimiento o inercia en la vida. Y ahora agregamos el tercer elemento que es la necesidad biológica cuestionada, que en este caso, según la quinta ley de Hamer es la de -estructura o autovaloración-, es decir la necesidad biológica que apareció en la historia de los seres vivos cuado éstos se hicieron bípedos. Al pararse toda su estructura vertebral se modificó para lograr una ventaja en el camino de la supervivencia. Sus miembros anteriores se hicieron superiores y ya no fue necesario ser arborícola (desplazarse entre los árboles) sino terrestres y esto condicionó una nueva forma de existencia que determinó entre otras cosas que los miembros inferiores cumplieran la función de sostener el resto del cuerpo. Hubo huesos que se hicieron más pequeños, otros más finos y otros más curvos. El desarrollo muscular acompañó este proceso y los músculos se hacen más potentes desde lo distal a lo proximal marcando la nueva arquitectura de la bipedestación. Es estar bien parado, bien firme. Pero también es sostener el resto de los órganos o en el caso de las arterias ser el continente o en el caso de los ganglios, ser el filtro. Todas funciones que demuestran una capacidad de estructura con objetivos y no de superposición simple de funciones. La necesidad biológica presenta un objetivo que siempre es sobrevivir y cuando esta necesidad biológica está cuestionada es la estructura misma de la persona la que está en peligro.
Es así que cuando abordamos el conflicto biológico ya estamos proponiendo al paciente un sistema de signos a los que habrá que significar y que en el caso del sarcoma de la pierna planteamos así:
Tejido afectado: potencia, movimiento, defensa, polaridad
Hoja embrionaria en juego: sostén
Necesidad biológica cuestionada: estructura.
El conflicto biológico implica resignificar cada uno de estos operadores del lenguaje. No se trata de decirle al paciente -Usted tiene un problema en defenderse y entonces su estructura se desmorona-. No porque no sea cierto sino porque esa es una verdad que no le alcanza para curarse. Hemos hablado de construir una ficción hecha de conocimientos y eso es lo que vamos a hacer.
La dimensión del DHS
Hamer llama DHS (Síndrome Dirk Hamer) al suceso desencadenante del conflicto biológico. Sus características fundamentales pasan por ser hechos sorpresivos, no verbalizados y subjetivamente dramáticos. En el abordaje psicobiológico lo que nos interesa no es recordarlo sino re significarlo. Estos sucesos los hemos estudiado y los hemos descrito como holofrases, es decir como aglutinación de significantes sin espacio entre ellos para que surja un significado. También los hemos visto como cargas pulsionales cuyo polo somático queda desarticulado del polo psíquico y al no tener representación no logran descargarse adecuadamente. Lo cierto es que el impacto es tan fuerte que el sujeto no tiene palabra para descargarse de él. Puede hablar y nombrar el suceso pero nunca se desprende de su ausencia de significado. Algo de él no participa de la coherencia con su mundo interno ni con su consistencia lograda hasta ese momento. Podríamos decir que el DHS desnuda su falta de consistencia.
Los hechos no producen la enfermedad. Es la recepción de los hechos lo que determina la serie de reacciones entre las que participa el cuerpo. Podríamos decir que el órgano reacciona y el cuerpo está ausente y es esa ausencia de cuerpo lo que no neutraliza la reacción del órgano.
En esta dimensión del DHS no hay nada que tenga que ver con lo representacional. La psiquis no está. Pero justamente ésta psiquis ausente es la que Hamer llama psiquis. No hay representación. No hay fantasma. No hay sobredeterminación inconsciente. Es la psiquis de Hamer. Una psiquis biológica que deja una marca en el cerebro y otra en el órgano. Es por eso que Hamer hace repetir muchas veces la historia a sus pacientes y si es posible delante de mucha gente. No para darle un significado, sino para convertirla en un hecho del que el grupo se haga cargo y el animal enfermo pueda descansar. Tal como ocurre con los pueblos primitivos de Papúa que cuando alguien enferma gravemente el jefe de la tribu convoca a todos y en presencia del enfermo pregunta a toda la comunidad quién ha cometido una injusticia. Ellos saben que si la injusticia se repara el enfermo sana y eso ocurre desde hace miles de años como ley natural.
Esta psiquis biológica que seguramente está habitada de fantasmas no los ha convertido a ellos en la causa de la enfermedad. Por el contrario esta psiquis se basa en un principio de reparación inmediata de las injusticias como fundamento de un concepto de salud que implica superar los obstáculos a la supervivencia y no ignorarlos o pretender sustituirlos con conceptos que destruyen las reglas básicas de esta supervivencia.
Es por eso que el DHS es un suceso que el sujeto no puede integrar con alguna representación que le permita mantener su consistencia como ser vivo. Algunos lo recordarán pero no lo que les pasó sino lo que les sucedió. Su percepción del hecho no está integrada.
Es así que al DHS lo podríamos evaluar desde tres lugares: a) un impacto significante sin significado (holofrase). Es como si recibiera un pelotazo en el pecho y la parte de la pelota que lo golpea está llena de pinchos (éstos son los significantes); la parte de la pelota que no lo golpea tiene incrustados como en las galletitas de la suerte papelitos con los distintos significados de cada pincho, que el sujeto no va a conocer por la conmoción que le producen los pinchazos; b) la imposibilidad de la representación psíquica y la descarga exclusiva en los somático (desarticulación del polo psíquico); el pelotazo lo recibe en la cabeza y la pelota es de rugby, es decir que el polo que lo golpea es el único que va a sentir (éste es el polo somático); el polo posterior de la pelota que no lo golpea es la representación psíquica que nunca se produce; c) injusticia biológica que no es reparada demostrando la ausencia de un cuerpo (la falla del Ideal). Como vimos en el ejemplo de los pueblos originarios de Papúa, la enfermedad se produce por las injusticias individuales que no son reparadas por la comunidad que también es un cuerpo (el cuerpo social). Es necesario recurrir a la contención de ese cuerpo para que el órgano individual no denuncie a través de la enfermedad la razgadura, la falla que ese cuerpo tiene. La intervención de la comunidad inmediata y del colectivo social aquí es fundamental.
Las tres evaluaciones nos sirven y de cada una de ellas podremos sacar frutos. De la holofrase nos importa poder ir anudando significados cada vez que lo verbalice; es decir que cada vez que cuente el DHS se interviene como testigo comprensivo que le aporta un sentido posible para ese sujeto. De la descarga en lo somático nos interesa trabajar ese exceso de tensión celular con las técnicas del trauma. De la ausencia de un cuerpo ideal o social nos importa ir creándolo con el compromiso con el paciente. Recordemos que ese cuerpo (que no es el órgano) se construye a partir de un Ideal de supervivencia que tiene grietas. Esas grietas son colectivas y deben ser abordadas.
La repercusión del sistema nervioso.
Cuando la persona enferma, todo su sistema nervioso reacciona según lo explica en su segunda ley el Dr. Hamer. En esta reacción hay que considerar: a) el cerebro como ordenador de todo lo que sucede en el organismo y en la percepción del entorno y b) el sistema nervioso autónomo que actúa independientemente de la voluntad del individuo provocando cambios en el funcionamiento de los órganos, que según Hamer son los que permiten o impiden las lesiones celulares que observamos en la enfermedad.
El cerebro como ordenador.
Este es uno de los temas más controvertidos de la nueva medicina. Creemos que si Hamer no hubiese abordado la cuestión cerebral, hubiese sido aceptado por los estamentos médicos casi sin problemas. Sin embargo, lo que propone Hamer es necesario abordarlo porque no puede negarse la monumental obra del médico alemán por estar o no de acuerdo con uno de sus temas.
Aquí hay que considerar los siguientes elementos: a) la topografía de los órganos en el cerebro; b) las imágenes que aparecen acompañando a la enfermedad en el cerebro; c) los tumores cerebrales secundarios también llamados metástasis cerebrales.
La topografía cerebral.
Hamer descubre que cada órgano y región del cuerpo tienen una representación en el cerebro. Esto no es nuevo y ya se han hecho varios mapas a lo largo de los siglos. Sin embargo, el trabajo de Hamer es producto de lo que ningún científico debe dejar de lado, la observación. Es de allí que él logra plasmar un mapa absolutamente coherente con su teoría en donde el tejido endodérmico (tubo digestivo) se refleja en el tronco cerebral, el tejido mesodérmico antiguo (mamas, dermis) en el cerebelo, el tejido mesodérmico moderno (huesos, músculos) en la sustancia blanca que rodea a los ventrículos y el tejido ectodérmico (piel, conductos) en la corteza cerebral. Estos mapas surgen de relacionar las distintas enfermedades con la repercusión cerebral que puede observarse en las imágenes que se toman del cerebro. Es un trabajo de muchos años y que nos permite abordar al paciente desde lugares que nos ayudarán a entender lo que le sucede. Al mirar una tomografía, podemos detenernos en observar si está trabajando con su hemisferio dominante o si tiene constelaciones inter hemisféricas que le impiden hacerlo. Leer una tomografía es un trabajo muy delicado pero si se tienen algunos datos de orientación, nos puede ayudar a saber que debemos hacer.
Las imágenes cerebrales.
Si los mapas de Hamer son poco aceptados, las imágenes que él describe son rechazadas de plano. Ellas son descriptas como focos en actividad o en latencia y focos de cicatrización. Los expertos en imágenes las describen como interfases entre un tejido y otro pero no podemos dejar de decir que muchas de ellas se encuentran en la zona del cerebro que representa al órgano enfermo. Hemos visto miles de tomografías y muchas veces sin el diagnóstico conocido hemos podido observar qué órgano es el afectado y si el foco está activo o no. Pero debemos confesar que eso no lo hemos podido repetir en el cien por ciento de los casos. La posibilidad de la mala técnica no la descartamos. Lo cierto es que muchas veces la observación de los llamados focos de Hamer nos ha servido para evaluar el resultado de los tratamientos y esto no es un dato menor. Creemos que es un registro que no debe tomarse como el fundamento de la Nueva Medicina pero sí como un dato más de los tantos que Hamer nos ha dado.
Los tumores cerebrales.
Aquí hay bastante confusión ya que muchos pacientes llegan con lesiones de cerebro avanzadas creyendo que son focos de Hamer cicatrizados y que se curan solos. Digamos primero que Hamer jamás ha dicho que los tumores primarios de cerebro no existan. Los gliomas, los tumores de hipófisis y los meningiomas siempre han existido y muchas veces traen complicaciones. Lo que Hamer dice es que la neurona no puede hacer cáncer porque es una célula que es incapaz de reproducirse y que muchos tumores que aparecen en el cerebro son reproducciones de la glía por la reparación que sucede luego de la fase de conflictolisis. Como teoría esto es mucho más aceptable que la teoría de las metástasis como célula de un tejido primario (mama por ejemplo) que entra al cerebro y se reproduce como célula mamaria allí. No debemos descartar la posibilidad de que cadenas de información (de ARN) lleguen a ciertas zonas del cerebro con afinidad con el tejido neoplásico primario (las zonas que Hamer describe) y allí reproduzcan células afines al tumor primario. Esta posibilidad une a las dos teorías y explica por un lado porque las llamadas metástasis aparecen en las zonas que Hamer indica como representante del órgano pero por otro lado da respuesta a la positividad de las reacciones inmunohistoquímicas que relacionan el tejido primario con la llamada metástasis cerebral.
Lo cierto es que sean metástasis, reacciones de fibrosis o información, las lesiones si son grandes y con importante edema comprometen la vida del paciente en la mayor parte de los casos.
En la teoría de Hamer el destino de esas lesiones depende de la no reactivación del conflicto y del volumen del mismo (masa conflictual) ya que si se reactiva o la masa es muy grande, el destino es continuar creciendo y comportarse como un tumor invasivo. Si en cambio, el conflicto ya se solucionó y la masa o la ubicación de la lesión no es peligrosa, este foco no va a traer complicaciones y solo hay que esperar.
Para la teoría de las metástasis, el tumor que aparece en el cerebro y no es primario, siempre es destructivo e invasor (ya que son células de crecimiento rápido) y solo se puede paliar esa situación por un breve tiempo. Así se usa la quimioterapia, la cirugía y la radiación con estos fines. Si la célula llegó al cerebro ya puede estar en cualquier otro lado y el fin es cercano.
Nosotros adherimos a una teoría que concilia ambas posibilidades. Los focos de cicatrización existen y es importante no reactivar el conflicto con tratamientos invasivos. La posibilidad de que sean células similares a las originarias transmitidas por información nos aboca por un lado a no descuidar el conflicto primitivo aún cuando la lesión en ese órgano ya no sea preocupante. Y es necesario detener esa información.
El sistema nervioso autónomo.
El no descuidar el accionar del sistema nervioso autónomo en el desarrollo de la enfermedad es una de las etapas más importantes en el abordaje psicobiológico de un paciente. Recordemos que en su segunda ley, Hamer expresa que cuando un conflicto biológico está activo, es la rama simpática del SNA quien domina las funciones del organismo, es decir que éste se encuentra en estado de alerta y el cortisol aumenta en la sangre determinando que la circulación se retire de la periferia. Este estado que se conoce como de simpaticotonía, activa según Hamer, los programas cerebrales de supervivencia y allí se producen las respuestas celulares en los órganos que buscan solucionar el conflicto biológico. Este estado orgánico es acompañado de emociones y percepciones de la realidad que surgen de la amenaza a la supervivencia y que son la expresión del miedo que ésta provoca. La persona no duerme, no se alimenta y se obsesiona con la idea de la muerte y del sufrimiento.
Debemos entender que la simpaticotonía surge de la percepción que tiene la persona de que su supervivencia está amenazada. Y esta percepción, la definimos anteriormente como una holofrase (es decir, como un exceso de estímulos sin significado posible) y también como la ausencia de contención de un cuerpo social. Si el ser vivo sigue percibiendo su supervivencia amenazada, los programas cerebrales seguirán activos y la simpaticotonía permitirá que los órganos desarrollen actividades celulares (proliferación, úlceras) de ataque o de huída que podrán dejar secuelas que la medicina llama enfermedad.
Es necesario detener la percepción de la amenaza a la supervivencia con una gran contención del enfermo y permitiendo la descarga de los excesos de tensión acumuladas.
La contención del enfermo.
Un paciente enfermo es un hermano que necesita ayuda. Esto no debe convertirse en una frase atractiva sino en un hecho que conmueva las raíces mismas de la atención en salud. Debemos convertirnos en soportes capaces de encauzar la desarticulación entre los órganos y la voluntad del paciente. Para ello hay que partir de dos elementos fundamentales: respetar al otro y desear lo mejor para su vida. No somos los dueños de la vida de nadie ni tenemos la verdad absoluta sobre nada. Somos profesionales de la salud que poseemos algunos instrumentos que pueden ayudar a algunos y no siempre a todos.
Contener al enfermo es darle seguridad y esperanza. Es enseñarle a resonar con nuestra intención de ayudarlo, es decir, nosotros debemos partir de que el encuentro con el paciente tiene un primer objetivo que es ayudarlo a salir de su sufrimiento. Esa debe ser siempre la actitud del médico y nunca la debe reemplazar ni con promesas de curación ni con la indiferencia de los que no quieren comprometerse con el dolor del otro. La seguridad del paciente surge de la seguridad del médico (primer pilar de la eficacia del sistema médico) y si éste no la tiene, no puede esperarse que la tenga el paciente. Esta seguridad es fruto no solo del saber del médico sino de la creencia en su saber y ante enfermedades en las que la medicina fracasa frecuentemente (el cáncer por ejemplo) es difícil mantener esa creencia. Es por eso que la propuesta médica siempre debe partir de la humildad y no de la soberbia de creer que aporta una curación que muchas veces no ocurre. La ayuda siempre puede ocurrir y muchas veces es el primer paso de la curación.
Al entender desde la psicobiología que la enfermedad es una expresión del organismo en donde se juegan historias de generaciones anteriores y sucesos actuales que se encuentran con esas historias, está claro que es el propio paciente quien debe aprender a articular esos encuentros y por ende la acción del médico, de los medicamentos y de la tecnología médica es exclusivamente una ayuda y nunca lo determinante de una curación. Pero esa ayuda es fundamental para que el enfermo encuentre el cauce necesario que lo haga salir del miedo al fenómeno (el cáncer) y le permita ver el poder que tiene sobre los determinantes de ese fenómeno.
A veces es necesario ofrecer mucho tiempo en explicar lo que ha originado el cáncer. Allí aparece el segundo pilar de la eficacia de la medicina psicobiológica, que es la creencia del paciente en el saber del médico. Esta surge de la relación que se construye en las sucesivas entrevistas y es por eso que cada etapa de las que vimos anteriormente debe ser elaborada con el cuidado de un artesano que está construyendo su obra. Cada paciente es una obra para el médico y de acuerdo a como se construya así serán las implicancias de esa obra. Se debe escuchar con el respeto que su sufrimiento merece y no se debe apurar ninguna respuesta que pueda generar dudas o miedos. Cada palabra del médico es un acorde perfecto y cada entrevista debe ser trascendente para ambos. Para el paciente debe significar más seguridad y más serenidad. Para el médico, mayor humildad y comprensión sobre los misteriosos caminos que la vida ofrece.
La descarga de la tensión.
Vimos que el DHS que desencadena la enfermedad genera un exceso de tensión en el órgano que no puede descargarse ni por la representación psíquica ni por la contención social. Es necesario integrar esas descargas en el abordaje del paciente.
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