Imaginemos que hemos encontrado la probable causa de la enfermedad. Si es una enfermedad común, el DHS. Si es una enfermedad arquetípica, la denuncia del incumplimiento del mandato. En la primera encontramos el sentido de supervivencia de la enfermedad. En la segunda no existe tal sentido, sino la denuncia de las células de una injusticia.
A partir de allí, en las enfermedades comunes le proponemos al paciente, acompañar el sentido de supervivencia que encontramos con actos claros de superación del conflicto biológico. Esto lo hacemos para que el programa de supervivencia se detenga y se desarrolle la reparación de la fase de vagotonía o fase de solución. Si alguien tiene una gastritis, ésta debe ser entendida (y así lo expresa Hamer) como la reparación biológica de un conflicto indigerible en el territorio. La gastritis es la reparación, no la expresión de la fase de conflicto, sino la expresión de la fase de reparación. Los órganos, en las enfermedades comunes son silenciosos durante la fase de conflicto y gritan en la fase de solución ya que ésta va acompañada de inflamación para reparar. Es por eso que en las enfermedades comunes, habitualmente solo hay que acompañar la reparación que la biología ha instalado. Lo que sí se debe hacer es trabajar sobre los rieles secundarios que llevarán nuevamente a la fase de conflicto activo (lo indigerible en el territorio) y que una vez superado, puede volver a activarse. (ver -El trabajo sobre los rieles-).
Lo que queremos decir es que en las enfermedades comunes, es decir aquellas en que el sentido de supervivencia lo expresa el órgano, muy poco ha de hacerse ya que todo lo hace la biología. La medicina de Hamer sería una medicina preventiva para no volver a caer en la fase de conflicto activo. Conocer el mecanismo de la enfermedad nos ayuda a esperar los acontecimientos que la biología va a desarrollar, habitualmente en la fase de curación y si éstos son muy violentos, morigerarlos con todos los instrumentos que no interrumpan esa fase sino que solo la alivien.
Estos conceptos, los viene desarrollando la medicina naturista, la homeopática, la ayurvédica, la china y tantas otras, que habría que remitirse a ellas. Lo nuevo de Hamer es la exactitud de sus leyes en cuanto a las hojas embrionarias y los tiempos de curación. Además la claridad con que lo ha expresado.
Es así que si conocemos que la persona enferma ha vivido un DHS que lo ha llevado a un conflicto biológico, es porque su cuerpo ya no ordena las reacciones. Se ha activado un programa cerebral que ordena al órgano, ya no a un cuerpo que ha nacido de la psiquis, sino a un órgano. Este tiene millones de años de evolución y se va a manifestar como siempre lo ha hecho frente a una amenaza a la supervivencia. Va a ulcerarse, necrosarse, cicatrizar, inflamarse, con células maravillosamente diseñadas para tales efectos. Y lo va a hacer en dos fases, la primera cuando el cerebro da la orden de entrar en simpaticotonía y libera corticoides y adrenalina para ponerse en alerta. La segunda, cuando el cerebro dictamina que ha pasado el peligro y entra en vagotonía para reparar las alteraciones celulares con sentido de supervivencia que la primera fase ha desarrollado.
Todo esto lo dice Hamer y lo dice maravillosamente. Lo que no dice es que los cánceres, las enfermedades autoinmunes, las infecciones no autolimitadas no tienen nada que ver con este proceso. Allí no hay dos fases ni simpaticotonía ni mucho menos sentido de supervivencia. Allí hay puesta en actividad de células arquetípicas que no tienen ninguna intención de solucionar ningún conflicto sino que aparecen para denunciar injusticias manifiestas de órdenes que esas mismas células cargan.
Pero no nos apuremos. Preguntémonos primero qué hacemos frente a las enfermedades comunes. Ellas que expresan una amenaza a la supervivencia. El cerebro no permite que esto lo resuelva el cuerpo con sus representantes psíquicos y pasa a resolverlo él mismo a través de los órganos con sus antiguos programas de supervivencia. Aquí estamos frente a una prueba. Si el cerebro deja de activar el programa con sentido biológico, es que esa prueba ha sido ganada por el cuerpo. Entender la diferencia entre órgano y cuerpo es necesario para entender éstos conceptos. Podríamos decir, que cuando el cuerpo no permite que los órganos sean activados por programas cerebrales de supervivencia es porque no se deja atrapar por las leyes de los órganos. El cuerpo, con su lenguaje y sus símbolos enfrenta al potencial DHS y lo soluciona a su manera. Con expresiones psíquicas pero ya no biológicas. El triunfo de la civilización sobre la naturaleza. Ante la pérdida de un ser querido, no será el órgano ovario quien se exprese sino que será la metáfora de los gritos de dolor o la metonimia de la tristeza. El arte, la magia, la contención del otro, el amor, serán la respuesta ante las situaciones dramáticas y sorpresivas pero ya no vividas en soledad. No habrá posibilidad de un conflicto biológico. El ser humano habrá aprendido a manejar las situaciones conflictivas con las posibilidades que descarguen semejante tensión. Hablar, compartir, ser contenido, confiar, aceptar. Aquellas situaciones que aún no puede manejar será su grupo social quien las contenga y todos estarán atentos a no permitir que la persona entre en conflicto biológico.
Todos seguimos siendo niños en algún aspecto y debemos tener acompañantes en la vida que nos ayuden a sostenernos en aquello que aún provoca en nosotros una fragilidad que nos cuesta superar. Los médicos somos guías en ese sentido y debemos captar cual es esa fragilidad y mientras la persona aprende a superarla, generar un cuidado familiar y social sobre ese aspecto. Como colectivo social, aún no nos damos cuenta que debemos aprender a protegernos entre nosotros y que si no lo hacemos, estamos en peligro, ya que nuestro futuro depende de ello. Si un chico tiene alergias respiratorias, es necesario abordar esta fragilidad personal que ha puesto en marcha un mecanismo de alejarse de los otros por una percepción exagerada o equivocada de peligro. Es natural que el médico use medicamentos durante el proceso de curación pero éstos no deben impedir la actividad del programa de supervivencia ya que si eso ocurre (con corticoides por ejemplo) el cerebro reaccionará con un programa que solo se activaría en caso de un peligro mayor y desarrollará asma. El médico debe acompañar este proceso con medicamentos que alivien la alergia pero que no la supriman. Lo que se debe tratar es que el niño aprenda a superar la percepción de una realidad peligrosa y de esa manera no active el programa cerebral ante dicha percepción.
En este sentido, hemos expuesto en el llamado segundo enunciado de la MPB, la necesidad de clasificar a las enfermedades en territoriales y predadoras y de evaluar las características personales del sujeto enfermo como territorial y proveedor. A partir de esta clasificación y del conflicto biológico en juego es que se desarrolla el objetivo terapéutico.
No todas las enfermedades comunes son siempre territoriales. Un estado gripal es una enfermedad común pero con características predadoras ya que afecta varios órganos: músculos, periostio, nariz, bronquios, amígdalas, sistema nervioso central, aparato digestivo. Y sigue siendo una enfermedad común porque el cerebro activa un programa de supervivencia frente a un conflicto biológico de separación o territorial. Pero recordemos que lo que llamamos gripe no es otra cosa que la fase de solución de esos conflictos. El organismo entra en una profunda vagotonía con cansancio que obliga a ir a la cama, rinitis que impide el contacto obligatorio con el aire de los otros, dolores musculares que retiran a la persona de la vida laboral o social, tos que espanta a los que lo rodean y toda serie de manifestaciones con un claro sentido de supervivencia: huir de un estado imposible de sostener. Es por eso que tiene sentido de supervivencia. Los órganos hacen lo que el sujeto no hace con decisiones personales de retiro y descanso. Sabemos que ante las enfermedades predadoras solo se puede huir o atacar y el organismo decide huir. La actitud de la medicina es tratar de sacarlo de la vagotonía-huída en que el cerebro lo ha puesto y usa adrenérgicos tales como la seudoefedrina, antihistamínicos y antibióticos, que no tienen más sentido que ser simpaticotónicos ya que no hay ninguna bacteria que combatir. Si hay fiebre se la combate. Desde otras medicinas más inteligentes, no se hace esto sino que se alivian los síntomas pero sin intentar suprimirlos y mucho menos la fiebre que es la reacción del organismo que generará la definitiva salida de la vagotonía. Entendamos que siempre la solución es biológica. Aunque nosotros llamemos enfermedad a la solución.
Es por esto que la medicina de Hamer en las enfermedades comunes, solo propone conocer esta evolución y las reacciones del organismo y no mucho mas. Porque si las conocemos, no haremos nada que impida la curación. Sin embargo, toda la medicina llama enfermedad a la fase de solución de los conflictos biológicos y se lanza a un intento desesperado de tratar justamente lo que el organismo ya ha tratado.
A nadie le gusta tener fiebre ni dolor en todo el cuerpo ni una tos que le impida respirar bien. Y es por eso que han nacido propuestas desde todas las épocas para aliviar esos síntomas. Algunas con mayor eficacia que otras. Pero desde el origen de los grandes laboratorios, se han tomado estos síntomas livianos como grandes enemigos que hay que erradicar con químicos que no solo dañan a las células sino que suprimen la conducta de supervivencia generando otras reacciones cerebrales cada vez mayores. La muy conocida tríada eczema- rinitis-asma es un claro ejemplo de cómo una pequeña reacción de contacto (eczema) se convierte en una descarga mayor (rinitis) que si también es suprimida genera una respuesta aún mayor (asma).
En este sentido, la medicina de Hamer es pedagógica y también preventiva. Conocer el mecanismo de las reacciones de los órganos para no ir convirtiéndolos en enfermedades cada vez más profundas. Ya la homeopatía ha aclarado esto a través de su propia teoría.
Es por eso que cuando alguien pregunta como trata la NM una gripe, está haciendo una pregunta desde el desconocimiento de la teoría ya que una gripe es la curación de un conflicto biológico. Como médicos sabremos aliviar el sufrimiento pero no podemos alentar el uso de fármacos químicos que impidan la expresión de esa curación. Al hacerlo estamos programando una nueva enfermedad o una cronificación sin demasiada salida.
Esto debe ser claro. Estamos hablando de enfermedades comunes, es decir, de aquellas en las que el organismo enfrenta una amenaza a la supervivencia y la resuelve biológicamente con instrumentos maduros que llevan al restablecimiento del enfermo. La biología hace lo que el sujeto no puede hacer y solo se debe conocer este proceso, verificarlo y acompañarlo adecuadamente para aliviarlo pero nunca suprimirlo.
Si esto no lo tenemos en claro, jamás entenderemos la diferencia entre las enfermedades comunes y las arquetípicas.
Dentro de las enfermedades comunes se encuentran los quistes de mama y de ovario, los adenomas de próstata y de colon, los tumores cerebrales consecuencia de fases de curación de enfermedades comunes (los llamados FH) y muchísimas otras enfermedades de clasificación actual que son la expresión de programas cerebrales de supervivencia.
Ante ellas, el objetivo terapéutico es siempre dejar desarrollar la fase de reparación lo más naturalmente posible sin suprimirla y acompañar los molestos síntomas con medidas terapéuticas que alivien sin intoxicar ni bloquear la respuesta biológica de curación. Aquí los médicos cumplimos un papel fundamental que es acompañar y dar seguridad reconfortando y aliviando. No es poco pero es mucho más de lo que la mayoría hace usando medicamentos que impiden la natural curación de la persona. Es cierto que los médicos no trabajamos con seres vírgenes de medicina y que la mayor parte llega a nosotros luego de muchos tratamientos alopáticos supresores. Allí se expresará el arte de curar con su sabiduría para equilibrar entre lo que tolera actualmente el paciente y lo que pretendemos como objetivo: que se cumplan las leyes naturales para que la biología pueda expresarse en su totalidad.
Algunos médicos usarán medicamentos homeopáticos, otros antroposóficos y otros ayurvédicos. Se aliviará con la acupuntura o las hierbas medicinales. Se trabajará con la alimentación y con los ejercicios de respiración. También con visualizaciones y uso de la energía. Todos aportarán su saber para mejoría del sufrimiento. Pero todos sabrán lo que están haciendo: dejar que la biología repare lo que el sujeto no pudo reparar, ya sea por incompetencia, por excesos o por situaciones dramáticas.
Cuando entendemos esto, nos damos cuenta de lo inapropiado de hablar de la terapia Hamer. No hay terapia Hamer. Hay un conocimiento que acompaña a la biología que usa su propia terapia, la que ha usado durante millones de años de evolución y lo hace con células maduras y específicas que siempre buscan la supervivencia del individuo.
Ahora bien, cuando se trata de un cáncer invasivo, la teoría de Hamer tiene límites que el maestro alemán no ha sabido reconocer. Y esos límites los hemos llamado enfermedades arquetípicas.
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