El páncreas

El páncreas es un órgano que comparte junto a la vesícula la función de ayudar a la digestión de los alimentos pero sin que el órgano tome contacto con ellos. Para esto, produce aproximadamente 1 litro y medio por día de los llamados jugos pancreáticos que llegan al estómago y al intestino. Estos jugos, a diferencia del ácido del estómago, son alcalinos y no se ocupan de los grandes trozos de alimentos (como el estómago) sino de los pequeños ayudando al desmenuzamiento. Una pequeña porción del páncreas (el 2%) se ocupa de la elaboración de insulina.
Lo llamativo de este órgano es su ubicación (detrás del estómago) y su forma reptiliana (tiene cabeza, cuerpo y cola).
Es un órgano que trabaja mucho pero que lo hace como una especie de oficina por fuera de la fábrica (podríamos decir escondido).
En la descripción que hacen los pacientes de su función, llama la atención la excesiva importancia que se le da a la insulina y a su necesaria relación con la dulzura, ternura o al empalago (asco) y la resistencia a retenerla. Muy pocos hablan de la tremenda importancia que tiene en la digestión. En cuanto a su forma, la mayor parte lo asemeja a un espermatozoide.
El origen embriológico del páncreas es endodérmico pero luego se le agregaron capas meso y ectodérmicas. Como en todos los órganos es poco probables detectar un único conflicto embriológico. Lo cierto es que como órgano comenzó a delinearse hace 400 millones de años junto a la mama, la dermis y los riñones. Esto nos recuerda su comportamiento primitivo y «poco amigo de las palabras».
Los tumores de páncreas nacen guiados por el arquetipo de célula madre nutritiva. El arquetipo de función es el niño herido (dependencia, ingenuidad, rabia).
Hamer lo ubica en su tabla como un órgano que reacciona frente a contrariedades familiares y a veces, a cuestiones de herencias.
Un caso que me tocó ver junto al mismo Hamer fue el de una mujer que sufrió una profunda decepción por no recibir de parte de un familiar un regalo que había esperado mucho tiempo.
Personalmente he visto decenas de casos y todos se relacionan con disgustos familiares. Siempre el elemento característico es la sorpresa, lo inesperado. Recuerdo haber atendido a quien fuera una importante figura del gobierno, quien no dudaba de que su cáncer guardaba relación con la «traición» sufrida de parte del presidente de la Nación habiéndolo desplazado de su cargo. En política, «la traición» es algo tan común, que yo no lo podía ver como la causa. Siguiendo esa labor detectivesca que Hamer me enseñó, averigüé que 1 mes antes de aparecer el tumor, él iba en un auto con su amante y frenó en una bocacalle para no chocar con otro auto. Ambos conductores se miraron y este buen señor, observó que quien lo miraba desde el otro auto (a él y a su amante) era ….su esposa. Demás está decir, que eso me lo contó mucho tiempo después y siguió sin darle importancia. Lo cierto es que eso desencadenó una ruptura con su esposa, a quien amaba, y un desmoronamiento en sus actividades sociales. Pero él seguía diciendo, lleno de cólera, que la traición del presidente lo había enfermado.
Un caso que me conmovió mucho, no fue precisamente de un paciente sino de un hombre a quien admiro desde mi juventud. Me refiero a Jiddu Krishnamurti. Me impactó saber que alguien tan sabio había muerto de cáncer de páncreas. Traté de averiguar y descubrí que en sus últimos meses había detectado sorpresivamente manejos oscuros en quienes quedaban a cargo de sus escuelas.

La metáfora del páncreas al hacer una enfermedad es un corrimiento de su sentido biológico.
Cuando lo que aparece es un cáncer es porque un grupo de células se vuelven rebeldes y «aprovechan» el momento biológico que crea la sorpresa (no hay que olvidarse de eso, la sorpresa) para desarrollar una «acción biológica». Esta acción se funda en el corrimiento del sentido biológico. El páncreas es un órgano que no toca la comida pero que actúa sobre ella. Podríamos decir que hace síntoma sobre ella. Son esas células (las que no son tocadas por la comida) las que hacen la enfermedad. El sentido biológico es -no tocar más la comida-. Ni siquiera indirectamente. Hay tal disgusto con todo lo que sea -incorporación- que la deja entrar (no se enferma el estómago) pero no la toca. Es la estrategia del páncreas. El estómago lo puede expulsar para arriba y el intestino para abajo. Pero el páncreas solo puede ayudar. Es un órgano secundario. Sumamente trabajador pero no decide. Tanto que la gente ignora su función.
Ese grupo de células rebeldes es solo parte del páncreas (aunque es la cabeza) y el resto sigue trabajando en forma anónima. Pero esa pequeña parte de rebeldes logra su objetivo. Que solo se ocupen de lo que ellos quieren.
El sentido biológico, dice Hamer, no se da en esta fase de rebeldía y tumor sino en la fase de solución, en donde hay encapsulamiento o caseificación.
Si la estrategia del tumor es no actuar más sobre la comida, el hígado va a reaccionar tratando de juntar lo que más pueda. Y allí pueden aparecer focos de células de reserva que erróneamente son calificadas como metástasis. Y si no se digiere más, se corre riesgo de morir y el pulmón colabora con lo suyo.
¿Cómo enfrentar esta estrategia del páncreas?
El tema no es rechazar la comida sino aceptarla pero no digerirla. Es una situación de aceptación a disgusto. Es una posición frente a los sucesos de la vida. -Me los trago pero no los digiero-. La metáfora del cáncer de páncreas es -oculto detrás de la aceptación, no colaboro más-. Con el avance de la enfermedad esta posición se agrava y directamente (al comprimir al estómago) no permite la aceptación. El tejido pancreático es tanto endodérmico como ectodérmico por lo que las metáforas celulares son las de -desentendimiento con la propia historia- y las de -omnipotencia-. A partir de estas tres metáforas, debemos llegar a la metonimia del cáncer que es la simbiosis de ellas. Es sabido por todos los oncólogos que el comportamiento del cáncer de páncreas es silencioso y que muchas veces cuando se descubre ha invadido tejidos vecinos y es inoperable. Esta conducta habla de la metáfora del órgano (oculto detrás de la aceptación, no colaboro más) pero también de su comportamiento celular, más allá de cualquier límite (ley o autoridad); es decir, de su omnipotencia. El silencio de la omnipotencia si se une al desentendimiento con la propia historia nos conduce a la metonimia del cáncer de páncreas. Se parece mucho a la actitud de un padre que en su juventud hizo toda clase de tropelías y que ya grande tiene una hija que se parece bastante a él. Su actitud es echarla e insultarla por su indecencia y su estupidez. ¿Cómo llamaríamos a esto? -Rechazo una parte de mi vida pero la rechazo en el otro-. Esa es la metonimia del cáncer de páncreas. La vimos en el funcionario de gobierno que en lugar de rechazar su -traición- a la esposa rechazaba la -traición- del presidente hacia él.
La metonimia de curación del cáncer de páncreas es la que permite abrir el sentido que se congeló en la metonimia del cáncer. Para llegar a ella tenemos varios operadores: el silencio, la falta de colaboración, la negación de la propia historia, el poder avasallante, la proyección de la propia sombra en el otro. Con cada uno de estos elementos podemos elaborar un acto arquetípico o metonimia de curación. Si tomamos -el silencio- como soporte, será necesario hablar en público y exponerse a la mirada de los otros en referencia a las acciones propias que han sido negadas (escribir una carta no basta). El acto de confesión pública cierra el ocultamiento que ha aprovechado el grupo rebelde de células para manifestarse; abre nuevamente la posibilidad de -descongelar el sentido-.
Si partimos de -la falta de colaboración- habrá que elaborar un acto arquetípico que abra el sentido congelado de -no ayudar más a la incorporación-. Una acción biológica correcta desde lo -somatopsíquico- sería la dieta de los bocados (comer un bocado de algo fácilmente digerible cada media hora). Desde lo -psicobiológico- usar el poder de la metáfora. Desde este lugar, Hellinger ha enseñado algunas cosas. Jodorovsky también. Pero son singulares. Personales. El páncreas es un órgano anónimo. Da sin recibir. Vive trabajando. ¿Alguien se imagina lo que es elaborar todos los días 1 litro y medio de jugos para dárselo a otros órganos?
Las células del páncreas que se han rebelado piden atención. Se hacen notar. No dan nada. Viven del resto de las células. Como metonimia de curación posible está la posibilidad de recuperar la función de dar pero ahora recibiendo. Recuperar la dignidad del trabajo.
Con respecto a la negación de la propia historia, es necesario resignificarla e inclusive generar transacciones posibles tales como la desinhibición sexual o la apertura a relaciones con vínculos siempre rechazados.
El -poder avasallante- tiene relaciones con la ilegalidad y a la vez con la injusticia que no siempre van juntas. Como metonimia que conteste la omnipotencia, se puede indicar un acto de renuncia o de humildad que comprometa realmente a la persona enferma.
Con respecto al mecanismo de -la proyección de la propia sombra- se tendrá en cuenta la posibilidad de la confrontación a través de la dramatización o se le pedirá al paciente que vaya de rodillas desde su casa hasta la casa de quien él cree que lo ha dañado y allí entierre una moneda.
Los actos arquetípicos deben apuntar a la metonimia en juego. Muchas veces pueden ser tan dramáticos que el paciente se niegue a hacerlos. Pero nunca debe perderse el eje de que son respuestas que abren por contagio el sentido congelado en el cáncer. Es importante conocer las distintas metáforas en juego y si se considera necesario, intercambiarlas hasta que se produzca la suspensión del intento destructivo de las células rebeldes.