La naturaleza humana

Este es un tema determinante para la medicina psicobiológica. Y lo es porque no solo nos importa el sentido de la enfermedad, es decir, el objetivo biológico que persigue la célula y el órgano cuando hace un tumor, una úlcera o una parálisis, sino que trataremos de aclarar desde que necesidades básicas se desarrolla la existencia. Es claro que una naturaleza violenta orientada por el instinto de muerte no puede tener las mismas necesidades ni los mismos objetivos en su vida que una naturaleza cooperativa y armónica.

Si bien todos los seres humanos no somos iguales, debemos coincidir en que nuestra naturaleza debe ser similar o por lo menos que un aspecto de esa naturaleza ha predominado en los últimos diez mil años ya que en aquella época los grupos humanos no convivían en número mayor de treinta y actualmente logran hacerlo por millones. Si lo han logrado es porque una supuesta violencia innata no los ha hecho eliminar entre sí y lo que ha prevalecido es la convivencia.

Pero lo que es más importante aún es el mensaje que desde la unidad de vida, es decir, desde la propia célula, recibimos desde hace millones de años. Leamos lo que dice A. Montagú: -La fuente de la sociabilidad de todas las criaturas vivientes, se origina en el organismo vivo. Todas las células provienen de otras células. No pueden nacer de otra manera. Se logre por división asexual o por conjugación sexual, el proceso es de interdependencia entre las células-.Todos los tejidos de cada organismo -recuerdan- siempre esta situación de interdependencia.-

Esto se sabe desde hace mucho tiempo. Ya en 1894, el embriólogo Wilheim Roux, separó las células de un huevo de rana y colocó las células separadas en agua a una cierta distancia entre ellas. Las células fueron acercándose espontáneamente hasta establecer contacto entre sí.
Las palabras de Montagú nos remiten inmediatamente a Hamer, en donde los órganos -recuerdan- las amenazas a la supervivencia que vivieron hace millones de años y actúan como lo hicieron en ese momento, reproduciendo células que intentarán superar esa amenaza.
La experiencia de Roux nos recuerda el conmovedor dilema que se le planteó a Einstein cuando no pudo explicar que dos fotones nacidos juntos y luego separados, siempre buscaran unirse aún a kilómetros de distancia.

Debemos entender que lo que sucede en la vida, siempre guarda relación con las características de la vida misma. La enfermedad, que es algo que sucede frecuentemente en la vida, tiene que ver con la naturaleza humana, que tiene la misma esencia que la naturaleza de la vida. Y este es el propósito de este capítulo. Demostrar que lo que llamamos enfermedad, y que muchas veces, nos lleva a la muerte, no es la expresión de la lucha por la supervivencia (que es lo que dice Hamer) sino el accionar frecuente y en todos los ámbitos de la vida con procederes que van en contra de la naturaleza humana. Que ha sido el apartarnos de nuestra naturaleza lo que nos ha llevado a un mundo lleno de enfermedades. Y que solo recuperando nuestra naturaleza, podremos abordar la enfermedad con la absoluta certeza de estar en el camino correcto.

La supervivencia.
Hay suficientes pruebas que demuestran que la cooperación o lo que Emerson llama la facilitación biosocial es el factor determinante para mejorar la supervivencia de la mayor cantidad de especies. Lo que se ha dado en llamar -la lucha por la supervivencia- o la -selección del más apto- debe ser reemplazado por la -cooperación para sobrevivir- y las -selecciones de los aptos-.
Hamer parte del supuesto de que la enfermedad surge de la insatisfacción de las necesidades biológicas fundamentales. Creemos que para ser coherentes con su teoría debemos agregar varias necesidades más que no están contempladas. Una de ellas es la dependencia de la madre durante el desarrollo del ser vivo. Esta necesidad biológica es la que más secuelas deja cuando no ha sido satisfecha adecuadamente. Otra necesidad que debemos contemplar es la de descarga de la tensión celular que espontáneamente se produce por la naturaleza de la célula. Y a esa descarga la llamamos juego. Y una tercera necesidad que queremos agregar es el descanso, en donde el sueño ocupa un lugar reparador fundamental.
Es así que las necesidades biológicas y sus insatisfacciones quedarían agrupadas así:
1) Necesidad de nutrición. Se refiere a la comida, al líquido y al aire. Los tres son presas que si no se consiguen amenazan la vida. Su metabolismo interno y su eliminación están incluidas en esta necesidad y cuando son interferidas también amenazan la vida.
2) Necesidad de reproducción. Se refiere a la procreación y en nuestro caso, la sexualidad amenazada también queda incluida.
3) Necesidad de defensa del territorio primitivo. Es el propio cuerpo y la cría. Cuando sufren ofensas o ataques, son fuente de enfermedad.
4) Necesidad de estructura. Es la afirmación del organismo y de lo que lo sostiene. La autovaloración queda incluida.
5) Necesidad de agrupamiento. Aquí Hamer hace una clara diferencia entre el hombre con su necesidad de poseer un territorio y la mujer con su necesidad de pertenecer a un territorio.
6) Necesidad de dependencia. Desde la gestación hasta el nacimiento y desde allí hasta la interdependencia.
7) Necesidad de juego. Es la descarga de la tensión celular para que no supere los umbrales tolerados que provocarán descargas atípicas.
8) Necesidad de descanso. Aquí se incluye el dormir y la relajación del organismo del estado de vigilancia.

A partir de estas ocho necesidades podemos abordar el concepto de supervivencia desde otro lugar. El solo hecho de introducir el descanso, el juego y la dependencia como absolutos biológicos nos hace entrar en un terreno distinto al planteado por Hamer. La teoría de la nueva medicina reposa en el concepto de lucha por la supervivencia y selección del más apto. La teoría de la medicina psicobiológica descansa en la cooperación para vivir y en la responsabilidad que tenemos todos por nuestros enfermos. En este sentido, es una medicina universalista, en donde todos tenemos que cambiar si pretendemos curar la enfermedad.

La supervivencia ya no depende de una lucha feroz por ganar una carrera en donde la vida es conflicto y el trofeo es la posibilidad de sobrevivir. No creemos en ese modelo de vida ni de ser humano. Son modelos falsos y que los sistemas de poder se empeñan en introducir a cualquier precio.

La supervivencia depende de lo que hizo la humanidad antes que nosotros y de lo que estamos haciendo nosotros. No es por un suceso traumático que nos enfermamos sino por como esos sucesos inciden sobre lo que somos. Y lo que somos depende no solo de nosotros sino de lo que nos dejaron ser en esa absoluta dependencia filogenética y ontogenética en la que vivimos.
Una célula madre se divide en dos células hijas en un proceso maravilloso impregnado de detalles que la medicina ha marginado de sus intereses. En el capítulo -La mítica de la mitosis- hemos hablado de ellos. Hemos observado como la célula aumenta su masa hasta lograr el volumen adecuado para albergar a dos células hijas. Como se inspecciona que todo marche bien para realizar el proceso con rigurosidad. Como se copia la información que se va a trasladar con una fidelidad absoluta y como al fin se realiza la división con la autoridad que da el poder de tener lo que se necesita para hacerlo.

La división celular (que es el nacimiento de la vida) es un proceso de cooperación que marca el destino de aquellos que así nacemos.
Nuestra naturaleza es darnos vida. Ayudarnos a crecer. Transmitirnos lo aprendido. Cuando Hamer habla de un conflicto con nuestras necesidades debemos resituar ese conflicto no en una lucha por la supervivencia personal sino en un fracaso de la responsabilidad de todos. Cuando hay un conflicto indigerible, la enfermedad no aparece solo para satisfacer la necesidad de nutrición, sino por el fracaso en el cumplimiento de la necesidad de dependencia, que es lo que provoca la activación del mandato generacional de inmediata reparación de tal incumplimiento. Y esto ocurre así porque en nuestra biología está escrita la dependencia con el otro y si aparece una insatisfacción en la nutrición, aparece inmediatamente otra insatisfacción en la relación que nos une a los otros. No hubiésemos nacido a la vida sin el otro y esto nuestros tejidos y órganos lo recuerdan como dice Montagú. Ellos necesitan del otro y cuando una necesidad biológica es insatisfecha, esta necesidad del otro se impone aún más que la anterior necesidad.

Lo que propone la medicina psicobiológica es ir más allá de la idea de conflicto con el medio e introducirnos en la concepción de la vida como un fenómeno que nos incluye a todos. La necesidad biológica de dependencia es la necesidad fundamental que propone la vida como relación creativa y no como conflicto de supervivencia. Debemos aprender a abandonar la concepción de lucha por la vida, porque estamos capacitados para crecer como humanidad. La enfermedad es el producto de la concepción beligerante de la supervivencia que trae como resultado la aniquilación de aquellos que esta concepción considera débiles. Pero esta presunta debilidad no es otra cosa que la necesidad de dependencia que ha sido tergiversada por los sistemas de poder y convertida en un individualismo alejado de la realidad biológica de crecimiento mutuo y cooperativo.

Para un sistema como el que vivimos, la bondad, la cooperación, la ayuda mutua son signos de debilidad y no tienen valor de supervivencia habiendo sido reemplazados por el egoísmo, la envidia y la destrucción de los otros. A estas últimas personas se las llama fuertes y triunfadoras. Hemos observado que ellas enferman frecuentemente de las llamadas enfermedades comunes, tales como gastritis, sinusitis y neurosis. Pero cuando se trata de las llamadas enfermedades mortales, tales como el cáncer, el sida o las autoinmunes, son las llamadas personas débiles las que sufren en mayor número. Indudablemente no hay estadísticas sobre esto y solo lo nombramos como un dato de observación. Hasta puede parecer una observación ingenua pero debería ser tenido en cuenta. Niños que parecen ángeles, hombres y mujeres con un gran sentido de su familia, ancianos sacrificados y pacientes. Ellos parecen ser las víctimas elegidas por un sistema egoísta e individualista para sufrir las enfermedades sobre las cuales extrañamente, la ciencia no descubre un tratamiento curativo.
El momento evolutivo actual es una encrucijada en donde la humanidad puede optar por reforzar el sistema de la lucha por la supervivencia o por el contrario, modificar este sistema y reencontrarse con su naturaleza de cooperación por la supervivencia.

Un nuevo horizonte.
Nuestra colaboración en este reencuentro es la teoría de la posición biológica del enfermo por un lado y por el otro, la elaboración de la metonimia del cáncer a partir del lenguaje de los órganos y de los mandatos generacionales. Creemos que con ellos, estamos facilitando la conciencia de lo que somos en nuestra relación con la historia y con la de nuestro organismo.

Si nuestra psiquis se forma a partir de un Ideal que lo aporta el otro (el Ideal del Yo), nuestro organismo se forma a partir de otro Ideal que hemos llamado Ideal de supervivencia. Cada órgano tiene una historia, en donde las células se organizaron y cooperaron para adaptarse a los cambios que proponía un medio pero que también era determinado por el propio organismo en su búsqueda de mayor cooperación con el resto de lo organismos. La tensión celular es el producto de los distintos mecanismos que mantienen la vida. El uso de los alimentos y del oxígeno crea energía que es usada e inteligentemente reservada. Nuestras células no están muertas. Están vivas. Se intercambian elementos, se inhiben, se estimulan, se transmiten información. Somos una fábrica en permanente actividad. Si tocamos un cuerpo que está en actividad física, observaremos que sus músculos están tensos. El organismo en actividad está en tensión. La actividad de la vida ha sido la fuente de la necesidad de la descarga de la tensión que esa misma actividad produce. Y el organismo ha cooperado produciendo una mayor complejidad. Una de las mayores fuentes de tal complejidad ha sido la división celular. Esta se ha producido toda vez que la tensión acumulada ha necesitado descargarse tal como ocurre en las amibas. Esto puede considerarse un acto de amor; en lugar de destruirse por el exceso de tensión, se divide para dar lo que tiene a estas nuevas células. Pero esta división producto del amor no es anárquica o descontrolada. Por el contrario, hay un riguroso orden para que las nuevas células reciban toda la información que necesitan y continúen con las capacidades de sus células madres. En el cáncer, este orden y estas capacidades se pierden y si observamos adecuadamente a estas nuevas células lo que predomina es el aislamiento, la pérdida de cohesión y de intercambio y la estrategia de supervivencia individualista. La naturaleza humana, cooperativa y armónica se reemplaza por una naturaleza que parece anterior a la célula tal como la conocemos actualmente. Una célula en crisis de supervivencia y que la busca desesperadamente pero sin el sentido que encontró luego de millones de años de haberlo intentado y luego de innumerables fracasos. Una crisis biológica.

Hamer ve en esta crisis un sentido de resolución que nosotros no observamos en el cáncer. Sí observamos ese sentido en las llamadas enfermedades comunes en donde la respuesta es siempre con células maduras. Pero cuando se ponen en juego células no maduras, el sentido no puede ser maduro. Creemos que las células del cáncer no buscan solucionar la crisis de supervivencia sino que (por lo menos en primera instancia) la denuncian. Y lo que están denunciando no solo forma parte de la historia personal de quien la sufre, sino que incluye esa historia en una crisis de supervivencia de toda la humanidad. Y las células del cáncer se vuelven individualistas porque expresan la ausencia de contención biológica, es decir, la exclusión de un cuerpo social sin el cual no hay posibilidad de supervivencia.

Aquí comenzamos a percibir un nuevo horizonte, que es ni más ni menos que la reconstrucción de una naturaleza que recupere los valores fundamentales de la vida. El ser humano ha perdido la conexión con esos valores que descansan en la cooperación y en la búsqueda de la armonía. La unidad de vida que es la célula así actúa. Nosotros que somos miles de miles de millones de células actuamos como si fuéramos un organismo hecho de ideales ajenos a esta naturaleza. Nuestros -yoes- parecen haber triunfado sobre nuestras células y quieren enseñarnos lo que somos y lo que debemos ser. El Ideal del Yo ha terminado siendo un cuerpo lleno de agujeros. Un cuerpo que no lo es. No hay naturaleza en ese cuerpo. No es un cuerpo biológico. Es un cuerpo imaginario.
Y el cáncer y todas las enfermedades que llamamos arquetípicas vienen a denunciar ese ultraje a la naturaleza que la humanidad viene cometiendo desde hace muchos años. Y esas injusticias cometidas han dejado marcas en nuestros genes hechos para la cooperación y la armonía. Esas marcas (que la medicina cataloga de genes del cáncer) las tenemos todos pero solo algunos (aunque cada vez más) las activan en sus organismos dando nacimiento a la enfermedad. Lo que Hellinger llama un error inútil basado en el amor y lo que Hamer considera un intento de solución de una crisis de supervivencia, yo pienso que es la necesidad biológica de interdependencia. Es ella la que está en el comienzo de la denuncia biológica de la crisis. Las células no toleran más tamaña injusticia. Cada ser humano es para la humanidad como una célula y ese cuerpo que llamamos humanidad observa azorado las necrosis de sus células, su ausencia de cooperación, su independencia y aislamiento. No hay conciencia de cuerpo. Ni en la persona, ni en la familia, ni en el país, ni en la sociedad humana. La sexta necesidad, la que nace con la vida, la interdependencia -que recuerdan todos los tejidos- no es satisfecha y no hay cuerpo social. Las enfermedades por insatisfacción de la sexta necesidad son las que activan las células inmaduras.